Vicente Albornoz, en Ecuador for sale (EL COMERCIO, 2015), cuestiona la inversión extranjera directa (IED). Sin embargo, Albornoz, que sistemáticamente ha mostrado su perfil neoliberal, ha apoyado siempre la IED.
Algo de historia: Cuando éramos independientes tras pintar un oscuro panorama, se quejó: “Es difícil imaginarse que alguien quiera invertir” en el país. Más aún, con ironía (esos perversos inversionistas) dijo también que “el hecho es que esos malvados inversionistas no vienen al país. A primera vista suena a una conspiración capitalista en contra de un país que lucha por ser soberano”. Y en esa línea, continuaba: “Es que nadie va a invertir en un país en el que el Gobierno ve a los ricos con desconfianza y odio, en el que se pone reglas que matan la rentabilidad de las empresas, en el que constantemente se cambia la Constitución y las reglas laborales” (Nuestro destino en el 2013). Finalmente, en La inversión ausente, con lealtad neoliberal, reclamó: “Obviamente siempre habrá algún revolucionario trasnochado que vocifere contra la IED por considerarla como una herramienta del malvado imperialismo”.
A pesar de todos sus reclamos de que no ha habido IED, ahora descubre que sí la hay en su artículo Ecuador for sale, y decide rechazarla: “El número de empresas ecuatorianas que en los últimos años han pasado a manos extranjeras es inesperadamente alto”. Y continúa con el absurdo de que la adquisición de empresas y negocios por parte de inversionistas extranjeros “no cuenta como inversión extranjera pues es un simple cambio de dueños y no necesariamente es un aumento en el capital invertido en el país”. El tan neoliberal Albornoz entra ahora en duda sobre las bondades de la IED. Como no se busca convencer a quien mantiene fidelidad teológica con la libre empresa, basta que él se autorresponda. En el artículo La inversión ausente, afirma: “En realidad, vociferen lo que vociferen, la IED es positiva para el país”. Lo que parece provocar cortocircuitos y contradicciones en Albornoz es, justamente, que exista IED y que esta deba entenderse como la construcción de un marco de crecimiento económico, estabilidad política y seguridad jurídica en el país, poderosos atractivos para los inversionistas internacionales.