El tema penitenciario sigue clamando al cielo. Es uno de nuestros males endémicos, una especie de maldición gitana que arrastramos desde antiguo.
Las lamentables condiciones de vida en que se desenvuelven los reclusos, el hacinamiento, la ausencia de rehabilitación, las distintas violencias que padecen, las fugas por la puerta grande y, sobre todo, el cuento de nunca acabar de la prisión preventiva,… todo ello deja en evidencia la crisis de un sistema que habría que afrontar desde la raíz.
El tema que nos ocupa es doloroso, cuestionante y cuestionable: año tras año las cárceles se van llenando de pobres y de marginados que, salvadas algunas excepciones, ya nunca se integrarán en el mercado laboral mi en la vida social.
Un país saludable no puede perder tanta gente y quedarse tranquilo, como si nada pasara.
Todavía recuerdo las imágenes de los nuevos guías, maquillados con sus nuevos uniformes, presentados a la opinión pública como los nuevos funcionarios de una revolución ética y eficaz. El tiempo, que puede llegar a ser un aliado cruel, ha ido dejando en evidencia las mismas mañas y corruptelas…
No es suficiente con el cambio de uniformes y edificios, se necesita algo más: educación, profesionalidad, mística… ir creando una mentalidad y usos democráticos en un contexto infinitamente más racional del sistema carcelario.
A este respecto, la nueva Ley Penal no me hace muy feliz. Llama la atención el endurecimiento de las penas. Quizá se piense que con mayor rigor, menos garantías procesales y más presos estaremos más seguros… No es verdad.
Podemos endurecer la ley y abarrotar las cárceles de delincuentes y, al mismo tiempo, seguir inmersos en la violencia. ¿qué pasa cuando los presos aumentan sin que los delitos disminuyan? Algo falla en un sistema que, al tiempo que se vuelve más represivo, renuncia, de hecho, a rehabilitar, promover e insertar a sus presos.
La seguridad puede ser una obsesión y una excusa para no ir a la raíz de los problemas… Reconozco la complejidad del tema, pero señalo algunos aspecto sin cuyo abordaje cualquier iniciativa sería puro remiendo.
Me refiero a: la independencia del sistema judicial frente a los intereses políticos de cualquier sistema dominante; las garantías procesales y la agilidad de la justicia; la necesidad de evitar la impunidad frente al delito; la formación de un auténtico cuerpo de funcionarios de prisiones; el diseño de un proyecto de rehabilitación social que reinserte socialmente a los presos; la presencia de las iglesias y de los colectivos sociales que trabajan a favor de los privados de libertad; la promoción de un diálogo social que neutralice la soberbia de una administración pública que cree que todo lo hace bien cuando, más allá del dinero invertido, no está funcionando debidamente.