No sabemos, pero sí sentimos lo que es la felicidad, igual que cuando nos “matan de las iras”.
Estos conceptos, a propósito de hechos que estamos viviendo. Por ejemplo, el SRI publica avisos llamando a que paguemos los impuestos con alegría. Al momento de entregar nuestro dinero, la “felicidad” es completa.
Hay fuentes de felicidad en actos del Gobierno; y, también, del “I”. Municipio. El último propósito del “I”, es elevar, con ayuda de la Junta Bancaria, el impuesto predial registrado en el avalúo catastral para nivelarlo con el precio comercial. Esto, dicen, para “sincerarlo”. Quienes habitamos casa propia tendremos la “felicidad” de pagar más; los dueños de casa que arriendan, darán “felicidad” a los inquilinos aumentándoles el canon de arrendamiento.
Hace tantos años –y no sé si hasta ahora- entregaban a los abogados que obtenían el grado, un diploma en el que se lee: “En tal virtud, todas las autoridades le tendrán y reconocerán como tal Abogado, guardándole y haciendo se le guarden los honores y privilegios que corresponden sin ponerle obstáculo en el ejercicio de su profesión”. En la época de la “felicidad” en que hemos arribado, se les ocurrió que el carné del Colegio de Abogados ya no servía; el Consejo de la Judicatura debía dar un nuevo carné. Para ello fue necesario –en algunos casos- ocupar un amplio tiempo acudiendo al archivo de la Universidad Central, en donde habían guardado el título original de Licenciado que no se lo había retirado; y copia del Acta de concesión del título de “Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales”. Al cabo del tiempo ocupado en el trámite, inundado de felicidad se acudió al Consejo de la Judicatura donde otorgaron la nueva credencial. Pero para mayor satisfacción y dicha, poco tiempo después resolvieron que sí vale el carné del Colegio de Abogados.
En el I. Municipio se les ocurrió que los profesionales obtengamos Patente para ejercer actividad jurídica. Larga hilera para ser atendido; y tiempo perdido porque uno de los requisitos –el RUC- según el funcionario municipal encargado de otorgar “felicidad”, ya no sirve. Más tiempo para renovar el RUC en el SRI; y otro tiempo adicional, para volver al I. Municipio y obtener la Patente. ¡Maravilloso!
Un bondadoso tío decidió donar casa al sobrino, pero el “I.”, además del tiempo ocupado en el trámite, dispuso que el que regala (donante) debía pagar 89,51 dólares por “utilidad en la venta del inmueble” y un dólar más, por “servicio administrativo”. Casos hay más, con multas por doquier. Mientras por el lado del Gobierno la Revolución avanza; por el I. Municipio, los impuestos y las multas también avanzan. Los ecuatorianos avanzamos al Sumak Kawsay; o, mejor, al Nirvana, estado en que todo dolor, sufrimiento y angustia cesan completamente. ¡Paz total y dicha suprema!