En los últimos días hemos presenciado dos acontecimientos que se han ganado ser comentados. Empecemos por la reunión en Cuenca de un grupo de alcaldes, prefectos y otras personas con el propósito de dialogar y conSincertar. En una nación que se ha sido divida en buenos y malos, es decir amigos del Gobierno y sus contrarios, y en la que el diálogo ha sido archivado, sorprende y alegra que se vayan construyendo espacios de intercambio de ideas, entre sectores que no son ideológicamente afines.
Parece que el pragmatismo va entrando en nuestra política. Entre los atributos que Maquiavelo consideraba esenciales para la buenas política está el de ser pragmáticos. Estamos en una etapa en la que las diferencias conceptuales deberían ser archivadas y sustituidas por un programa mínimo de coincidencias.
El paso del correísmo a otro esquema de gobierno, no será, como en el pasado, la sucesión de un Presidente a otro. Vivimos una realidad mucho más compleja y si queremos superarla hemos de entender que deberemos afrontar una verdadera transición.
Conviene que las candidaturas no sean prioritarias y que la posibilidad de alcanzar el poder sea vista como una etapa del proceso. Lo urgente no es convenir en la persona que llevará la bandera, sino en lograr un acuerdo sobre los cambios para restablecer el régimen democrático. Y el primer paso es tratar de construir una mayoría en la Asamblea Nacional y en una Constituyente para reformar la Constitución, con el fin de sustituir las instituciones establecidas para promover la concentración de poderes, el hiperpresidencialismo y las que afectan a los principios básicos de la democracia.
La segunda buena noticia es el inicio del entendimiento entre el Gobierno y la empresa privada. No deja de ser lamentable que para llegar a ella se hayan dejado pasar varios años de contrapunto y lejanía. Si el Gobierno no hubiera tenido la visión “mussoliniana” de que todo está dentro del Estado y nada fuera del Estado y no se hubiese empeñado en un capitalismo de Estado, prescindiendo del sector privado, otra habría sido la situación económica del país. Estado eficiente no es equivalente a Estado obeso, a “ogro filantrófico”. Estado eficaz es el que atiende adecuadamente los sectores que le son propios, aquellos en los que, por su naturaleza, no interviene la iniciativa privada. Al Estado le toca regular con medida y evitar que se produzcan distorsiones en la economía y el mercado. Los dos sectores, público y privado, son dos caras de la misma moneda, que pierde valor si se elimina una de ellas.
Parece que el sentido práctico empieza a desplazar las utopías y el sentido común a ideologías que no permiten un desarrollo sostenido y equitativo.