Con la Constitución de Montecristi se abrió la posibilidad de la reelección presidencial por un período inmediato, hecho lo cual el presidente Correa se presentó de candidato, ganó ampliamente las elecciones y ahora ejerce un segundo mandato bajo el nuevo marco normativo. Este nuevo período terminará en poco más de tres años y concluido éste, según ha dicho el Mandatario, su intención es dedicarse más a su familia. Según lo que dispone la Carta Política, ese retiro apenas acabado su actual período sería posible. Pero los hechos sucedidos hace algunas semanas, a más de las encuestas de opinión que empiezan a circular con motivo de las preferencias electorales para las elecciones de prefectos y alcaldes que se celebrarán el próximo año, pone aún más de manifiesto que el grupo en el poder requiere que su líder continúe al frente del proceso para, con el arrastre electoral que aún mantiene, ayudar a sus coidearios a copar los espacios de poder. Por fuera de él no se vislumbra nadie que pueda obtener la adhesión por él mantenida. La gestión de las autoridades seccionales de su movimiento es criticada por amplios sectores de las poblaciones; sin embargo, si se presentan a la reelección cobijados por su apoyo, muy probablemente serán reelectos .
Tampoco ha surgido dentro de las filas de su agrupación una figura de orden nacional que pudiese emerger como su sucesor. El expresidente del Congreso que tenía una amplia experiencia política, ahora se encuentra al frente de una institución acosada de problemas y lejos de las cámaras. Su relego ha sido evidente. De entre los ministerios u oficinas públicas no despunta con brillo propio ningún funcionario. Todo gira en torno a la órbita presidencial.
Probablemente al interior del movimiento se cuestionarán no haber incluido el texto constitucional, en su momento, en una norma que permita la reelección indefinida. Pero con la composición actual de la Asamblea, en la que el movimiento en el poder tiene amplia mayoría, se podría modificar la Carta Política a su antojo para viabilizar esa figura. No sólo eso. Con la experiencia anterior que le rindió buenos frutos, algunos pensarán en la posibilidad de someter a consulta este asunto, permitiendo que el Mandatario nuevamente irrumpa a la tarima en la que se desenvuelve con facilidad.
Todo conduce a pensar que sólo es cuestión de tiempo y de afinar la forma en que el tema saltará a la palestra. Un Gobierno que se habrá mantenido a la culminación de este período cerca de una década en el poder, difícilmente se arriesgará a perder su control. A su interior no deben concebir apartarse del manejo de lo público, peor aún si han conservado una hegemonía total en todas las instancias. No será extraño que, en un futuro no muy lejano, sus principales aliados y colaboradores empiecen a hablar desembozadamente de la necesidad de continuidad, convencidos que el poder es para ejercerlo y mantenerlo sin fecha de caducidad. Su mejor carta pasa por cambiar la Constitución de los 300 años .