Una de las piezas clave en la defensa de Rafael Correa es la confusión. Sus argumentos -si así se los puede llamar- se construyen a partir de medias verdades que encierran grandes mentiras.
Al igual que lo hizo durante sus presidencias, arma poco a poco un mundo paralelo que se parece a esos espejos que distorsionan las imágenes. En lo local funciona menos, ya no controla el aparato de propaganda, pero hay un terreno fértil entre sus seguidores, muchos aún siguen creyendo sus ficciones, por ejemplo, que la Organización de las Naciones Unidas lo eligió “el mejor Presidente del mundo”.
A nivel internacional la desinformación cumple un papel fundamental, aprovecha de los prejuicios y de la disposición que tienen muchas personas para aceptar toda teoría de la conspiración que se presente como resultado de ser un líder autodenominado como progresista.
Son muchas las medias verdades que se han construido durante estas semanas, solo señalaré cuatro.
Afirma Correa que le han seguido varios procesos y que en ninguno se han encontrado pruebas en su contra, cuando en realidad lo que existe son varias investigaciones en curso, ninguna se ha cerrado todavía.
Alega que las autoridades de justicia han sido designadas “a dedo”, sin embargo omite el hecho de que todos los que actúan fueron seleccionados por el Consejo de la Judicatura anterior (presidido por su ex secretario), que el Fiscal General fue designado luego de la destitución de Baca (ex asesor de Correa y simpatizante de Alianza País), que el nuevo Fiscal ya era parte de la Judicatura y que había obtenido los mejores puntajes en el concurso antes de la alteración de resultados por parte del removido Consejo de Participación (formado por cercanos al partido de Correa).
Asevera que no existen pruebas en su contra, pero no dice que en la fase procesal que se encuentra el caso Balda, se recaban elementos de convicción que pueden llevar a que se formule -o no- una acusación y es en la fase siguiente, la de juicio, en la que se deben presentar pruebas y solo allí el estándar para condenar a una persona es “más allá de toda duda razonable”.
Afirma que la orden de detención en su contra se dictó porque quieren humillarlo, verle esposado. No dice que la prisión preventiva se emitió luego de que él incumpliera la orden judicial de presentación periódica en el lugar señalado, que es una de las medidas cautelares más benignas (para asegurar su presencia en el juicio).
Correa trata de fabricar una historia a la medida de sus conveniencia, un relato en que es la víctima y no el victimario, deja en claro que se cree por encima de las normas que él aprobó y defendió. Es obligación -como en todos los casos- asegurarle de forma rigurosa el debido proceso, buscarse la verdad de lo sucedido y hacer justicia, tratándolo con la humanidad y respeto que él negó a sus opositores.