La ponderación y la seguridad debería ser la marca de actuación en las políticas públicas, en especial en el área económica. Actuar con fanatismo es asignar a la ideología más importancia que a la realidad y a la conveniencia. Uno de los ejemplos más claros es observar el manejo de presupuesto del Estado, el mismo que evidencia la falta de pragmatismo y dirección en la administración de la política fiscal. Cuando el petróleo estaba en 40 dólares el barril se endeudaron agresivamente, cuando éste subió a 70 dólares el barril hicieron lo mismo y cuando llegó a 100 dólares el barril se comportaron igual. Cuando los tributos crecían a un ritmo de 2 dígitos gastaban 3 a 4 veces por encima del crecimiento de economía y casi igual fue cuando los tributos se redujeron a un crecimiento anual de un dígito. Ahora que el barril de petróleo cayó a 40 dólares el barril y los impuestos decrecen cerca del 20% anual, aumentan el gasto corriente en 6% anual y se endeudan todo lo que pueden.
¿Es aceptable un manejo económico de esas características? Lo que se colige es que se endeudan siempre agresivamente sin importar si tienen o no plata o si el petróleo está alto o bajo. Igualmente, suben el gasto corriente sin importar si hay desequilibrio fiscal, si hay o no atrasos, si el petróleo es alto o bajo. En lo que si tienen estabilidad es en el deterioro de la imagen internacional. En eso han sido constantes y persistentes. Esta actuación de perder credibilidad y respeto en el concierto internacional es otro ejemplo de fanatismo.
Esta pérdida de respetabilidad internacional se ve en varios ámbitos como la famosa recompra de bonos del 2009 a través de un “juego” de decir primero no pago y luego recomprar, en la renuencia a firmar tratados de comercio, en tantas disputas legales con empresas extranjeras en las que el Ecuador hasta ahora pierde todos los arbitrajes, en comprarse problemas ajenos como lo del señor Assange, en no permitir que visiten el Ecuador para observar el campo Yasuní legisladores alemanes, en expulsar del país delegados de organismos internacionales, en auspiciar la salida de la AID o de la Konrad Adenauer, instituciones que apoyaron al país durante décadas o en abstenerse en foros internacionales impidiendo se investiguen los atropellos a los derechos humanos en países como Libia, Bielorrusia o Siria. Lo anotado y más, hace que el país sea visto como un paria internacional. Y claro, una de las facturas a este comportamiento en el área económica es el 10% u 11% que debe pagar hoy en día por endeudarse en el exterior o la marginal inversión extranjera que recibimos.
El fanatismo calza mejor en el fútbol pero no en la conducción económica de un país o en las políticas públicas. A la gente no le interesa qué es el Socialismo del Siglo XXI, le preocupa si no tiene trabajo, si el costo de la vida es alto o si le asaltan en las calles.