En las páginas de “Opinión” del Diario “EL COMERCIO” del 20 de marzo de 2017, el columnista Enrique Echeverría G., escribe su artículo “¿Asamblea Belicista?”; y allí, al final, se refiere al libro “Memorias-Entre el populismo y la dictadura”; del periodista Alfonso Espinosa de los Monteros quien en uno de sus capítulos dice: “¿Intuía Roldós que le esperaba final parecido en esas mismas montañas?”, comparando este fallecimiento con el de su Ministro de Defensa general Rafael Rodríguez Palacios, que murió en accidente aéreo en aquellas montañas unos días antes.
Yo, puedo relatar dos anécdotas anteriores al fallecimiento del presidente Constitucional Jaime Roldós Aguilera y de su esposa Martha Bucaram:
-En una de aquellas invitaciones que solían hacerme Jaime Roldós y Martha para almorzar en el Palacio de Carondelet, en mi calidad de Primera Directora Fundadora de la Oficina Nacional de la Mujer, unos días antes de su muerte, al presidente Roldós se le regó una copa de vino tinto manchando de rojo el mantel inmaculadamente blanco con insignias propias de la Presidencia. El Presidente dijo: “¿Qué es esto?” y el mismo contestó: “sangre”, todos los invitados, que no éramos más de ocho , nos quedamos en suspenso. Yo, posteriormente iba meditando estas palabras.
-El viernes 22 de mayo de 1981, Martha, Primera Dama de la Nación,- quien me eligió para que yo estructurara y le diera forma administrativa, técnica y de gestión al Decreto Legislativo N°242-CLP del 23 de febrero de 1970, dictado durante la Presidencia del Dr. José María Velasco Ibarra, propiciando así su vigencia, diez años después, tras de ardua lucha de las mujeres, la “Primera Oficina Nacional de la Mujer”-; me mandó a llamar a su despacho y me dijo: “le entrego a usted este proyecto que han preparado personas adversas a nuestra lucha para dañar nuestro trabajo, ¡Siga adelante con nuestro Plan!”.
Luego, quiso comentar algo que lo tenía en su corazón: “¿Ha visto usted esas rosas preciosas traídas de Ambato que hice sembrar alrededor de las piletas del Palacio?”. Yo le dije: “Sí, me encantan las rosas y aquellas rosas han florecido admirablemente, siempre que paso las miro con emoción”. Ella me contestó: “Les he pedido a mis hijos que me las pongan en mi tumba”. Me sorprendí y le dije: “¿Qué pasa? ¿Por qué dice eso?”. “Tengo un presentimiento Fabiola, el Presidente y yo lo tenemos.”.
Dos días después, el 24 de mayo de 1981, al final del evento patriótico que se realizó en el Estadio Olímpico de Quito; el Presidente lloró. Marta no tenía que viajar con él, pero al verle sentimental, subió al avión.
Lo demás todos lo sabemos.
Hay más para contar, lo haré en otra oportunidad.