Fue Charles de Gaulle quien describió Europa – su política y su economía- como un jockey francés encima de un caballo alemán. Hasta hoy siguen corriendo ríos de tinta debatiendo la veracidad de esta frase.
Por supuesto, no se puede pretender fijar la verdad absoluta, atemporal, inalterable, e incontestable respecto de la naturaleza del proyecto europeo. Tal pretensión fuese irrazonable puesto que la evolución de las circunstancias -y de los puntos de vista- invalidarían cualquier veredicto. Pero sí se puede verificar la exactitud de la frase en función al contexto actual.
Efectivamente, Europa cuenta con un poderoso corcel alemán; un rocín qua ahora se asemeja más a una turbina de avión. El país teutón ha tenido durante el segundo trimestre de 2010 un crecimiento del 2,2%, lo que equivaldría a un crecimiento anual de 9%. Ver un crecimiento de este estilo en un país plenamente desarrollado es para frotarse los ojos, ir a lavarse la cara, y reintentar enfocar los números para cerciorarse.
Por otro lado, existen muchas voces que encuentran en la nacionalidad de los líderes la clave para fallar a favor de Francia como la mente de la locomotora europea. Jean-Claude Trichet a la cabeza del Banco Central Europeo, Dominique Strauss-Kahn a la cabeza del Fondo Monetario Internacional, Pascal Lamy al frente de la Organización Mundial de Comercio ‘
Si siguiésemos el sentido de la frase pudiésemos concluir que la mente francesa tuvo algo que ver con el milagro alemán. Nada más lejos de la verdad. Basta hacer memoria y recordar que durante la crisis Angela Merkel parecía excluida y aislada del consenso internacional. Mientras muchos países promulgaban con pompa y sin medida el gasto público como solución a la crisis, Alemania fue más sabia. Aunque eso le valió críticas.
Prudencia fue el lema del Gobierno, los planes anticrisis debían estar relacionados con el nivel de endeudamiento de los países. Por lo que los endeudados debían abstenerse y el resto mantener, de todas maneras, un justo nivel de juicio en su gasto. No es una sorpresa que al electorado alemán le haya sentado tan mal tener que pagar por sus vecinos griegos, españoles, portugueses y compañía.
Ahora Sarkozy está ocupado en recurrir a pobres estrategias de miedo y resentimiento -expulsando gitanos- para divertir la atención e intentar recuperar su deplorable popularidad. Alemania lidera las iniciativas mundiales y regionales para sanear y estabilizar los mercados financieros.
En la actualidad jinete y caballo comparten nacionalidad. Alemania es por el momento un F1; el conductor no es francés, ni tampoco Schumacher, se trata de la nueva dama de hierro europea, Angela Merkel.