El Presidente utilizó en la última cadena sabatina una hora para explicar la abrumadora victoria del Sí en la pasada Consulta Popular. Antes, el Ministro de Defensa, entre los múltiples argumentos para justificar la violencia y no el uso legítimo de la fuerza en Esmeraldas, desdibujó al país con sus artes de agorero al vaticinar que los jueces corruptos iban a devolver la maquinaria; por su parte la Ministra de Justicia habla de eliminar del código penal las disposiciones del desacato pero, salvo error u omisión, manteniendo las mismas. Al concluir, pues con tantas piedritas se supone que debe haber una mina en la montaña arriba, el Vicecanciller de la República mandó al diablo a la Unión Europea mientras el frente económico negociaba en Bruselas la posibilidad de un acuerdo. Súmese, la displicencia de la Asamblea Nacional, cuyo integrantes se amalgaman en sus problemas cotidianos y se olvidan de ratificar el Tratado Limítrofe Marítimo con el Perú. En el plano internacional estamos contra Honduras, contra la OEA y contra los miles de simpatizantes del destituido presidente hondureño Zelaya. Algunas veces parecemos un quinceañero que luego de muchos reniegos, acepta dejar el cigarrillo y cortarse el pelo.
En el otro lado -y esa es la diferencia del Perú que tenía dos opciones- no hay nada. Guayaquil está merced del triunfador y en algo recuerda la deshonrosa capitulación francesa en 1941 por parte de los generales admiradores o indefensos de las divisiones Panzer que instalaron el gobierno de Petain en las piscinas de Vichy.
La Sierra tiene una lectura diferente. Hay una distancia, un repudio o una disconformidad de fondo. Se la puede ignorar, pero allí está. Debe sumarse, a nivel nacional, el voto no gobiernista que en total suma más de 50 % para descubrir o comprobar que hay una masa ciudadana que no está representada por un líder, partido o movimiento; es insólito, que esa mayoría solo esté representada por los integrantes de la resistencia parlamentaria y que el resto oposicionista solo espere cómodamente que la manzana se caiga del árbol. Eso no es político, es ociosidad y falta de una elemental ética cívica.
En el Ecuador hay un desierto en el cual solo se percibe un castillo o un oasis, el resto son beduinos librados en su suerte, al paso de sus camellos y a las terribles tormentas de arena. El símil con algunas partes de la geografía arábiga es exagerado pues, todo lo contrario, no se puede sustituir la tenacidad y fortalezas de aquellos caminantes, con algunos sectores que diariamente despotrican en voz baja contra las arbitrariedades del Régimen y son incapaces de una acción concertada y decente. Después de la consulta se puede ensayar el siguiente diagnóstico : Las masas están al arbitrio del clientelismo caudillista, los sectores medios sin liderazgo y las élites contratando con el Estado y suspirando ante sus desafueros.