Explicaciones que faltaban

Sí, sobre ácidos se ha dicho mucho, se ha comentado mucho y se ha generado una justa indignación. Y eso está bien. Sin embargo, me parece que han faltado informaciones que nos permitan ubicar mejor ese capítulo de ataques con ácido. Y hablo de capítulo, porque no podemos olvidar que esta particularidad de violencias contra personas, especialmente contra mujeres, es solo una de las múltiples modalidades de violencias contra ellas. Claro, una de las peores que de hecho debería ser tildada de tentativa de feminicidio; es decir, de crímenes de odio, de puro odio.

Sin embargo, quiero evidenciar un elemento adicional sobre ese tema en relación con una nota reciente de la revista Semana (n.° 1667). En ella se afirma que este tipo de ataques se presenta en la misma proporción contra hombres que contra mujeres. Sin más explicaciones. Sí, efectivamente, parece que los ataques con ácido se reparten de manera casi igual entre ambos sexos. No obstante, lo que la nota no explicita son los motivos de los ataques ni el sexo de los victimarios.

En la gran mayoría de ataques de ácidos contra hombres, los victimarios son hombres; en algunos casos por riñas; en otros, por accidentes laborales, y en muy pocos el ataque ha sido por problemas sentimentales o pasionales y la victimaria fue una mujer: la esposa o exesposa. Mientras que en la gran mayoría de los casos de los ataques contra mujeres los victimarios son hombres. Es decir, también hombres. Y me parece que es fundamental decirlo. Por supuesto que esto no significa que no nos indignemos con los ataques de ácidos entre hombres. Claro que no. Desafortunadamente, hacen parte de ese sombrío diagnóstico de violencias y riñas callejeras generadas por masculinidades tradicionales.

Los ataques con ácido contra mujeres tienen un trasfondo diferente, aun cuando también son generados por estas mismas masculinidades que no pueden aun aceptar que las mujeres han cambiado. Nos llevan entonces a la puerta de una nueva quema de brujas medievales en tiempos de la modernidad, unas torturas dignas de los peores tiempos de lo que llamamos civilización.

Sí, hechos insoportables a los ojos de unos hombres que, desde hace siglos, controlaban no solo los cuerpos de las mujeres sino también sus roles y su función social. Ante este formidable desorden generado por mujeres transgresoras -las brujas de la Edad Media, las rebeldes de todos los tiempos, las sabias que lograron acercarse a los saberes que detentaban los hombres y aquellas otras excéntricas y bellas que gritan que su cuerpo les pertenece-, los hombres, algunos hombres, entran en crisis, se resisten a ya no ser los únicos dueños de este mundo, a compartirlo con ese otro sexo que hubiera debido seguir siendo un sexo callado y sumiso.

En los siglos pasados, a estas mujeres las quemaban vivas; hoy, en pleno siglo XXI y en casi todos los países del mundo y entre otras múltiples violencias, las queman con ácido. En otras palabras: las matan en vida. Y ahora, que la justicia actúe.

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