Un excéntrico

Unos seres piensan en tierra propia, en denunciar las injusticias, en construir patria; otros pasan por la vida nostálgicos de atractivos esplendores que el norte ofrece y ha ofrecido. Estos nadan casi siempre entre dos aguas. Son los años de 1930, 1940, cargados de conflictos políticos y armados, de economías frágiles tanto en América como en Europa. El lojano A. Felicisímo Rojas escribe su magnífico ‘Éxodo de Yangana’, novela que revela profundos conflictos de tierras de comunidad expropiadas por los gamonales de entonces; por otro lado, el pintor guayaquileño Eduardo Solá Franco entrenado bajo el Simbolismo del español Ramón López Morello irá desarrollando su historia en la búsqueda de una catarsis personal, psíquica, mística y sexual.

Entonces, el exitoso Realismo Social de la época que empatará brillantemente con los intereses de la política latinoamericana reinante irá marginando la labor de un sinnúmero de creadores cuyas posturas individuales se construyen más bien, alrededor de otros problemas inherentes del oficio del pintor o literato o cuya temática es abiertamente burguesa. Figuras tan arrolladoras como la de Guayasamín contribuirá, para que esto suceda hasta décadas más tarde. Así van quedando en la sombra un Víctor Mideros, una Araceli Gilbert o el antedicho Solá Franco.

Por ello, el rescate de la figura de Solá Franco como pintor, literato, cineasta y hombre de teatro, que acaba de hacer el Museo Municipal de Guayaquil, a través de una gran exposición monográfica acompañada de un catálogo, es digno de elogio. La exhibición curada por Rodolfo Kronfle y Pily Estrada se articula en torno a cinco ejes: un análisis de su estilo ecléctico, demodé y decadente; el contenido de 14 volúmenes de diarios gráficos (3600 páginas ilustradas de 1935 a 1988) en los que narra la vida burguesa de su familia, viajes, modas, teatro, una radiografía extraordinaria de la vida de las élites de entonces; el mito, la religión y la fantasía tratada, además, en 100 obras de teatro y decenas de películas mudas ‘sin valor comercial’, la autobiografía / autorretrato, una exploración abierta del deseo del otro masculino.

Se ha trabajado en 30 colecciones privadas de las cuales provienen las obras, y en la indagación de los sujetos representados, el desentrañamiento de temas recurrentes como el minotauro y muchas otras claves ligadas a la vida clásica, el uso de parábola religiosas, sus referentes a Proust y su obsesión por el tiempo perdido, a Wilde. Es una ventana invalorable del ‘otro’ arte, del cual conocemos poco. Generan nuevo conocimiento no deben quedarse en una ciudad, itinerar por el país para commprender la otra cara de la moneda de los aciagos días de pre y posguerras.

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