El manual de Syd Field para la escritura de guiones ponía en letras mayúsculas: AVOID THE CLICHE. O sea, evita lo trillado, el lugar común, las emociones fáciles. Gran consejo que siguen las dos películas que he alcanzado a ver en el Primer Festival en Internet de Cine Iberoamericano. ¿Imaginan una película argentina sin tango, ni fútbol, ni política y represión, sin literatura ni rock ni mafia ni Darín? Pues eso es ‘Medianeras’, retrato en paralelo de la nueva generación desesperada, atrapada en la incomunicación y la impotencia, que vive esa ‘cultura del inquilino’ donde el monstruo de la ciudad la carga de fobias y ataques de pánico. La película va bien en la medida en que a los protagonistas les va mal con sus rollos mentales y sus encuentros frustrados, hasta que el director cede al más grande de todos los clichés: el ‘happy end’ que salva la taquilla.
También está‘Pescador’, que veo en la red por segunda vez. Su origen fue una brillante crónica del manaba Juan Fernando Andrade, quien narraba la historia de unos paquetes de cocaína arrojados por el mar a los pescadores de El Matal. Sebastián Cordero imaginó allí una película y escribieron juntos el guión. Luego de 30 años de narconovelas y narcopelículas -desde ‘Cara Cortada’ de Al Pacino- decidieron evitar los clichés de la violencia y el sexo desaforado. La mafia y la Policía no entran en acción de modo que no hay balas ni persecución. Eso resta tensión dramática al asunto, pero ha sucedido en cambio el mayor milagro del cine, el número uno, a saber: que uno le crea al protagonista. La inocencia y naturalidad de Andrés Crespo para encarnar a Blanquito hace que lo tomemos como real y nos encariñemos con él. Por eso lo han premiado.
También al director, que tiene el acierto de poner la cámara al servicio de Crespo, exprimiéndole el jugo como lo hiciera en ‘Ratas’ con Carlos Valencia. Aquí, Cordero vuelve a lo que le encanta, el ‘road movie’. Cámara al hombro nos largamos todos a viajar, pasando por alto algunos baches de la trama pues Blanquito, inadaptado en el pueblo, está impotente sin explicación y busca a su padre poderoso. Ese perfil daría para una película existencialista. Por fortuna estamos en El Matal, no en Buenos Aires.
Hace 25 años, en sus talleres de guión, García Márquez decía que el cine latinoamericano no aguantaba un prostíbulo más. ¿Se podría decir hoy que no aguanta un kilo más de droga? Depende. La expansión del narcotráfico es una realidad que se impone por su propio peso y seguirá reflejándose en el arte. Los clichés no se hallan tanto en el tema cuanto en su tratamiento. La gracia está en contarlo de otra manera, en buscarle la vuelta, como lo hace Cordero, y no como las telenovelas, que llevan el estereotipo hasta el espanto.