Hace unas semanas, la Asociación de Periodistas Europeos organizaba en Toledo su prestigioso seminario sobre Seguridad y Defensa, en esta ocasión sobre el nuevo (des)orden mundial, ante la imprevisibilidad de la nueva política exterior EE.UU. y la eventualidad de alteraciones en el equilibrio de poderes. Trump criticó a Europa por basar la protección de sus intereses en EE.UU., sin asumir el correspondiente esfuerzo financiero, lo que ponía sobre la mesa el papel de Europa en ese contexto, sobre la base de una capacidad militar que debe estructurarse para traducirse en poder.
Europa reaccionó al mensaje y, aprovechando el ‘brexit’, ha puesto en marcha la Defensa Común Europea, firmando un acuerdo inédito de cooperación militar que abre la vía a la constitución de una estructura europea común de defensa –prevista en los Tratados- en la que participan 23 de los Estados miembros.
Alemania, Francia, Italia y España lideran un proyecto abierto en el que, mediante una fórmula flexible, nadie tiene que esperar a nadie. Los participantes aceptan que se ha terminado el tiempo de las unanimidades para dar paso al de las mayorías. La UE, para primar eficacia, avanzará a dos o más velocidades. No se trata de apartarse de la OTAN, sino de organizarse, de ser complementaria, pero Europa tiene que resolver sus problemas de seguridad por sí misma.
Esta cooperación reforzada entra por primera vez en la institucionalidad, lo que permitirá un presupuesto militar que, incrementando las aportaciones financieras específicas, que haga avanzar la cooperación en defensa, para la que ya hay medio centenar de propuestas concretas para desarrollar la investigación en tecnología militar propia para vincular los ejércitos propios.
¿Significa la política europea de defensa la separación de la OTAN? No, al menos de momento, y porque seguimos compartiendo intereses y formando parte de una estructura de poder, pero una cosa y otra no tienen por qué tener los mismos ‘tempos’ y apremios, y ahí juega la complementariedad. Como dice el Ministro alemán de Exteriores, Europa gasta la mitad que EE.UU. en defensa, pero tenemos poco rendimiento, porque todos hacemos lo mismo. Se trata de evitar duplicidades o vías paralelas entre la UE y la OTAN.
En definitiva, este salto cuantitativo y cualitativo en la Europa de la defensa, supone más inversión real –que debe alcanzar al menos el 2% del presupuesto de defensa- y aumentar los esfuerzos para enfrentar los nuevos retos, como la ciberseguridad y las nuevas modalidades de terrorismo.
En este contexto, la industria militar europea se ha puesto en marcha, y Francia (única potencia nuclear del grupo en ausencia del Reino Unido) será la locomotora, lo que le otorga un gran peso internacional sin la tutela de Estados Unidos.