Llanto, desesperación, impotencia, indignación… experimentan decenas de estudiantes del Colegio Mejía que, en medio de las protestas, fueron tomados presos y hoy, libres, les costó y cuesta retornar a sus aulas.
Pero el drama no solo lo vivieron y viven los adolescentes y jóvenes sino sus madres, padres y abuelos: “Me parte el alma que mi nieto no quiere ni comer, sostiene Judith Mejía, abuela de uno de los estudiantes” (EL COMERCIO 14-11-14). La sociedad a través de los medios vio consternada escenas de ese sufrimiento: madres de rodillas pidiendo “perdón” al presidente, plantones, marchas, encadenamientos y desde hace unos días, una medida desesperada y radical, la huelga de hambre.
El mal manejo de esta crisis no solo tiene como consecuencia que escale la reacción y la protesta de los padres, sino que sus efectos impactarán negativamente en la vida de los muchachos, que se según la Ley de Educación, LOEI, son “el centro del proceso de aprendizaje y sujetos del derecho”.
El resultado de esta experiencia será diverso en cada chico. A unos les matará para siempre su espíritu crítico y capacidad de protesta. Serán sumisos, taimados y miedosos. Otros dejarán de estudiar, su destino será convertirse en mano de obra barata, serán pobres. “Para Hernán Beltrán la situación de su hijo es complicada porque ahora el muchacho ya no quiere estudiar: “Está triste y cansado de luchar, dice que mejor se quiere poner a trabajar…” (Últimas Noticias, 13-11-14). Otros acumularán indignación, y si tienen acompañamiento adecuado, podrán canalizarla en consciencia política, si no, quién sabe cómo y cuándo desbordará su bronca contenida.
Preocupa sobre manera el retroceso que se está teniendo en el tema educativo. Se inauguran más Unidades Educativas del Milenio con impresionante infraestructura, pero se está retornando a las formas “pedagógicas” retardatarias. La pedagogía de la cárcel y de la expulsión (reubicación), “la letra con sangre entra”, se ha puesto de moda nuevamente en el Ecuador. Se habló al inicio de la “revolución educativa” de calidad y “calidez”, entendida esta como buen trato, diálogo y respeto.
“Julio Saquipay, presidente de los padres de familia de los chicos que no están asistiendo a clases, coincide que los jóvenes ya sufrieron lo necesario y no deberían ser privados de sus estudios, porque es un derecho” (EL COMERCIO 14-11-14).
Varias preguntas: ¿Qué pasó con el respeto y realización del derecho a la educación contemplado en la Constitución? ¿Dónde quedó la “calidez”?
Querido lector, si usted como padre o madre, ve que su hijo comete un error: ¿le cae a patadas y le bota de la casa? o ¿le acoge con cariño, dialoga, le hace entender el problema y ayuda a asumir sus responsabilidades y llega a compromisos? ¡Que vuelva la sensatez a nuestro país!