Estampas quiteñas

Me encanta mi realidad aunque vivo en la ciudad que nadie quisiera vivir. Lo digo con dolor por la pasión que me causa Quito, Luz de América, Patrimonio de la Humanidad, Carita de Dios, admirada por propios y extraños, la que he vivido desde el primer día y espero nunca dejar. La que experimento como ciudadana. Ahora veo mi urbe, como a los toros que ya prohibieron, una tradición a la que libremente se podía asistir, desde lo lejos pero con plena consciencia. Comparto mis puntos de vista con muchos ciudadanos, informantes de fiar y quieren que sus voces lleguen y a través de sus palabras, creo lo que he llamado estampas quiteñas, aunque a veces son de Ripley.

No siento orgullo de reportarlos, me duele profundo, porque quisiera hablar de sus cielos azules y tormentas invernales, de sus casas coloniales. Quisiera felicitar por un tráfico fluido y obras que se comienzan y terminan sin estragos para los ciudadanos y pensando en ellos que conforman la mayoría por la que los gobiernos locales deben trabajar. Comentar orgullosa sobre un aeropuerto tal como se lo planificó, construido al ciento por ciento y con vías para llegar a él, sin derrumbes, que aunque momentáneamente, causan trancones que llegan hasta uno de los centros comerciales; menos aún que hubo cortes de luz en nuestro tan festejado aeropuerto internacional. Gozar con la idea de cientos de familias y deportistas utilizando el Parque Bicentenario. De bulevares que, por debajo, albergan cientos de estacionamientos, como se planificó en un principio y cuyas veredas no sirvan como parqueo para motos que no respetan al peatón.

No quiero imaginar las caras de un grupo de ciclistas madrugadores que llegaron al Parque Bicentenario a las cuatro de la mañana y descubrieron que, o se olvidaron de prender las luces o de poner un letrero que recomiende: traiga su propia linterna para no estamparse contra otros; tremenda estampa quiteña. O la cara de los que parquean donde pueden porque no hay estacionamiento y se desperdician los subterráneos y eso sí, enseguida la plataforma retira el auto. ¿Pico y placa hasta a los taxistas federados y habla de un día entero para todos? ¿En qué nos transportaremos? Tratar con un policía metropolitano quienes creen que poder equivale a grosería y malacrianza; tienen de quien contagiarse, pero no es su labor, sobre todo si alguien pide una dirección y es extranjero. Desastrosos para dirigir el tráfico, aunque rítmico el movimiento de sus brazos cuando apostados a lo largo de la vía al aeropuerto.

Estampas quiteñas que ojalá nunca fueran, sino sólo una pesadilla y que al despertar desaparecen dando paso a las verdaderas, una ciudad planificada, con tráfico que camina ligero, sin obras en horas pico aunque sean por demostrar lo mucho que se está haciendo, pero todo por encimita.

Suplementos digitales