Votar prontamente en la Cámara el Marco Civil de la Internet es una de las respuestas adecuadas que Brasil puede dar al descubrimiento de los intereses de la NSA en el país.
Ante la revelación hecha por O’Globo de que Brasil es uno de los países más observados por la omnipresente malla de espionaje electrónico de Estados Unidos, controlada por la Agencia de Seguridad Nacional, National Security Agency (NSA), Planalto tomó las decisiones lógicas. En la mañana del propio domingo en que fue publicado el primer reportaje, después de reuniones de la presidente Dilma y sus auxiliares más próximos, el ministro de Relaciones Exteriores Antonio Patriota, en Paraty, donde estaba participando en la Flip, leyó la nota oficial en que el país expresaba la “grave preocupación” con la noticia y confirmó el pedido formal de explicaciones a Washington. Los norteamericanos, por su parte, habían dicho al periódico el viernes que responderían a Brasil “a través de los canales diplomáticos”. El asunto no se agotaría ahí.
La comprobación del espionaje está entre los miles de documentos que el hoy forajido Edward Snowden, ex-funcionario tercerizado de la NSA, le pasó a Glenn Greenwald, dueño de un blog hospedado en el periódico británico “The Guardian” y radicado en Río. Los primeros textos de Greenwald causaron turbulencia en las relaciones de Estados Unidos con Europa, en el momento en que el presidente Obama lanza negociaciones comerciales con la UE.
Llegó el turno de Brasil. Las revelaciones refuerzan la constatación de que la privacidad de personas e instituciones es cosa del pasado, en este mundo de conexiones digitales en que trafica todo tipo de información. Esta realidad, sin embargo, no puede servir de justificación a la inmovilidad. Cada vez más, se debe trabajar en todos los foros, para obligar a los Estados a que sean siempre transparentes acerca del trabajo de vigilancia que crecientemente ejercen sobre sus respectivas sociedades.
Y si la amplitud de la actuación de la NSA es global, esta cuestión también debe tener un abordaje multilateral. El caso brasileño necesita ser explicado como en los Estados Unidos: hace falta saber cuáles -y si- compañías de telecomunicaciones brasileñas tuvieron sus circuitos “pinchados” por la NSA, y, en caso positivo, si la colaboración fue consciente o no. En Estados Unidos, Facebook, Google, Microsoft/Skype, Yahoo, Apple y otros pesos pesados del ramo niegan colaboración, espontánea o no, con el espionaje. Se debe esperar para saber la verdad. Y como se trata de empresas globales, si participaron de alguna forma de estas escuchas telefónicas de los usuarios, es cierto que los brasileños cayeron en la malla .
Es acertada la decisión del Gobierno de trabajar para una legislación multilateral de la Internet -pero que preserve la libertad intrínseca a la red de computadores. Otro paso acertado: votar en la Cámara el Marco Civil de la actividad, en que hay dispositivos de protección a la privacidad de los usuarios.
Puede parecer ingenuo querer regular el poder tan grande para fisgonear que tienen instituciones estatales como la NSA y ciertas corporaciones privadas. Pero es la alternativa posible. Resultó correcta en otros enfrentamientos improbables a primera vista.