El viernes pasado Donald Trump se posesionó como el cuadragésimo quinto Presidente de los EE.UU. Asumió el poder con el menor nivel de aceptación en la historia política de su país a causa de las encendidas polémicas que su campaña provocó en casi todos los ámbitos: desde el económico y social hasta el legal e internacional, pasando por los relacionados con la raza y el género de las personas.
Este dato no sólo es anecdótico sino que tendrá efectos concretos sobre el nuevo Gobierno norteamericano. El más grave de ellos es la onda incertidumbre que Trump ha provocado. ¿Qué mismo va a pasar con los EE.UU. y el mundo ahora que un populista billonario ocupa el cargo más influyente del hemisferio occidental?
En el plano económico, la primera parte de su mandato podría estar signada por una aceleración mucho mayor a la que ya se esperaba, básicamente por los anuncios que el nuevo Presidente ha hecho sobre la necesidad de renovar la infraestructura de su país (en este rubro estaría la construcción de una muralla con México –una obra tan faraónica como infame– que significaría decenas de billones de dólares en inversiones).
Para prevenir un sobrecalentamiento de la economía, el Banco Central de los EE.UU. podría acelerar el ritmo de incrementos de la tasa de interés – por ahora se estima que habrán hasta tres aumentos en este año– provocando, con ello, una muy importante apreciación del dólar norteamericano.
Un dólar sobrevaluado conspiraría contra el deseo expreso de Trump de reducir el déficit comercial de su país y producir más localmente. Esto podría empeorar la opinión negativa que el Presidente norteamericano ya tiene sobre el libre comercio, al punto de provocar guerras comerciales con bloques como Asia o Europa.
Una guerra comercial sólo tendría efectos negativos para el mundo: desplomaría los precios, estancaría las inversiones y lanzaría a los mercados financieros por la senda de la incertidumbre y la especulación.
Con un resultado así, la segunda parte del mandato de Trump estaría signada por la contracción económica y el descontento social. Su talante autoritario podría volverse más pronunciado, empeorando, con ello, su relación con el Congreso y el Senado. Los grupos de interés podrían presionar para que se le destituya.
Para Ecuador, un escenario así supone oportunidades y desafíos. La mayor oportunidad consiste en ofrecer a inversionistas locales y extranjeros una economía donde la moneda de curso legal es una garantía de valor; al contario de países vecinos donde el tipo de cambio sufre variaciones constantes.
Este hecho innegable, acompañado de seguridad jurídica y reformas que incentiven la actividad productiva podrían convertirse en el gran acicate que saque al país del estancamiento económico.
@GFMABest