Sea Moreno o Glas, de ser candidato presidencial, de haber segunda vuelta y mecanismos electorales idóneos y transparentes, y si el presidente Correa se pone de director y figura central de la campaña (que es lo más seguro, ya lo fue de Augusto Barrera, en el proceso electoral para alcalde de Quito), es altamente probable, que pierda las elecciones. Es más, cualquier candidato o candidata de la oposición, que pase a segunda vuelta, no importa su nombre, partido o ideología, aplastará al candidato oficial, incluso al propio Correa, si eventualmente se presentara. El país inconforme desfogará su contenida bronca, sumándose a la alternativa opositora.
Los coletazos de la crisis serán más fuertes cada vez y el descontento generalizado en muchos frentes y temas, alentado por el mismo régimen, desatará una tormenta de facturas negativas. Incluso su voto duro, que no es tan duro, se resquebrajará, ya que se basa en clientelas, que pueden venderse fácilmente, a cualquier propuesta populista, del candidato opositor: “te aumento el bono”, “no te quito los subsidios”, “te doy uno nuevo”, “te mantengo en el puesto de trabajo en la burocracia….”.
Pero lo complicado para los candidatos oficiales no es solo cómo zafarse de la carga de los errores y fracasos del gobierno, (aunque serán usufructuarios de la fama de las carreteras, hidroeléctricas… ), y del tutelaje del gran líder que ingresará a campaña; sino también cómo despojarse de sus limitaciones e historia. Allí, en este campo, Moreno y Glas tienen sus propias colas. Son frágiles. Uno más que otro. Conclusión: la candidatura oficial, en un juego limpio, está destinada a la derrota.
Llegar a la segunda vuelta es crucial para todos los candidatos de oposición. Y para esto, debido a la división del voto costeño, enamorar al de Quito es clave. Voto que además tiene una vocación mayoritaria, del centro a la izquierda. En esto, las organizaciones políticas de esta tendencia, coyunturalmente, tienen una ventaja, pueden colocar todavía una candidatura, de hombre o mujer de la región, irrumpiendo en el escenario donde un 60% y más de electores, no deciden por quien votar. El crecimiento de esta candidatura, bien manejada, es altamente posible.
Pero, si de manera audaz, tanto Cynthia Viteri, o Guillermo Lasso, consiguen, cada cual por su parte, un quiteño o quiteña interesante, con clara trayectoria ética, que sea bien visto por el quiteño o serrano progresista, le puede restar votos a la tendencia centroizquierdista y asegurar su paso a la siguiente vuelta.
Mientras tanto, la sociedad civil debería sacudirse y plantear una agenda de país y una ruta, que junte voluntades, y ayude, en los primeros meses del nuevo gobierno, a crear un clima para superar la crisis y desmontar el modelo y el control autoritario del Estado.
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