Los ciudadanos no se merecen el espectáculo que están presenciando. El Consejo Nacional Electoral suspende la entrega de resultados; el gobierno asegura que su candidato ha ganado en una sola vuelta; el candidato oficial dice que le han dicho que las proyecciones le dan la victoria en primera vuelta, que ya mismo llegan los votos de Manabí y del exterior donde gana ampliamente; el Comandante del Ejército revela que se ha roto la cadena de custodia del material electoral y pide respeto a la voluntad popular; el Ministro de Defensa replica que no existe la tal cadena de custodia y que no sesionó el Consejo de Generales; el gobierno dice que le han hecho fraude a su candidato y luego que la oposición denunciará fraude si pierde y que denunciar fraude es la estrategia de los derrotados…
Todo este galimatías ha conseguido relativizar la verdad de los resultados electorales. Produce vértigo pensar que asuntos tan importantes como los resultados de una elección sean manejados con tanto desparpajo y que menudeen declaraciones que no esclarecen nada sino que, más bien, hacen agua lodo todo. ¿Cómo pueden los ciudadanos ir a una segunda vuelta electoral en estas condiciones? ¿Tendrán que aceptar los resultados del Consejo Nacional Electoral, no porque sean transparentes y veraces sino porque tiene la autoridad para proclamarlos?
Si hemos llegado a este punto es porque permitimos la construcción de un sistema diseñado para permanecer indefinidamente en el poder. No existe un solo organismo público en el cual la oposición o ciudadanos independientes hayan podido establecer algo de equilibrio o representar a los ciudadanos que no concuerdan con esta forma degradada de democracia y que en este momento son mayoría. Partidarios del gobierno controlan al gobierno.
En medio de este universo de funcionarios sumisos, resulta difícil que los vocales del organismo electoral se conviertan en defensores de la democracia y organicen una segunda vuelta electoral justa, limpia y neutral que termine con resultados creíbles y la proclamación de un Presidente que represente a la mayoría. El solo hecho de reconocer que el candidato oficial no había ganado en una sola vuelta fue suficiente para que sean acusados de inútiles y fraudulentos por voceros del partido de gobierno.
La posibilidad de que el nuevo Presidente cuente con la legitimidad suficiente y pueda gobernar está en manos del Consejo Nacional Electoral. En su poder está el futuro del país. Todavía podría hacer correcciones suficientes, al menos para recuperar la confianza de los electores. Podría poner freno a la desaforada campaña del gobierno y obligarle a mantenerse al margen. Podría castigar por lomenos las más groseras interferencias electorales para dar señales de buena fe. Todavía podría mostrar que la segunda vuelta no es un grotesco espectáculo electoral.