¿España lejana?

El ajuste decretado por el gobierno de Rodríguez Zapatero en España asombra por sus dimensiones. Pretende rebajar en 10 mil millones de euros el déficit fiscal, con medidas drásticas como la reducción de los salarios del sector público, medida que no tiene precedente en la historia reciente de ese país. Un paquete en el que se añade la eliminación de los incrementos a las pensiones, el régimen de jubilación parcial, el subsidio que estimulaba los nuevos nacimientos, así como la reducción de los fondos de ayuda al desarrollo. Las medidas responden a la necesidad de detener la vertiginosa caída de la economía europea, desatada por la crisis en Grecia, y que puede llevar consigo a gran parte de la economía mundial. Cuando parecía que el planeta estaba dejando atrás la recesión, una nueva recaída, esta vez en el Viejo Continente, vuelve a prender las alarmas de la crisis global.

Las características que presenta esta nueva crisis sorprenden por su opacidad, en particular para los ciudadanos de a pie, que no atinan a entender cómo hasta hace muy poco los gobiernos ‘tenían que gastar para sostener a sus economías’, y ahora tienen que ‘reducir bruscamente el gasto’ hasta el punto de afectar el crecimiento y la economía de los que menos tienen.

En el Ecuador, al igual que en la mayoría de países, se respondió a la amenaza de recesión con una importante inyección de recursos públicos a la economía. La política anticíclica llevada adelante por el gobierno de Correa a dos años de su implementación, presenta como resultado una fuerte inversión pública con muy magros resultados en la reactivación económica y en la generación de empleo. Condiciones similares, guardando las proporciones, a las que están en la base de los draconianos ajustes que ahora se ven obligados a realizar los gobiernos de Grecia, España y Portugal. En el Ecuador el déficit fiscal no se ha podido cubrir con financiamiento internacional, debido a los altos costos generados por la conducta del Ecuador en los mercados financieros. Por lo pronto, están a disposición del Gobierno las arcas del Seguro Social, que han actuado como único salvavidas ante la persistente escasez de liquidez del Gobierno.

La decisión acerca de eventuales recortes del gasto público es un fantasma que el Gobierno no quiere mirar. Hacerlo significaría caer en las execrables conductas atribuidas a la larga noche neoliberal, la antítesis de los postulados de la revolución ciudadana. ¿Qué va a pasar el momento en que las reservas de la seguridad social se agoten? ¿Deberá entonces el presidente Correa hacer lo mismo que ahora le ha tocado al Presidente español, renunciar a sus más íntimas convicciones y desempolvar las viejas recetas del ajuste fiscal? España al parecer no está tan lejana como podíamos suponer.

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