Todas las encuestas predicen el triunfo arrollador del Partido Popular en España. Mariano Rajoy, si no sucede algún fenómeno imprevisto, será electo jefe de Gobierno el 20 de noviembre.
¿Quién es este político? Es un abogado conservador gallego de 56 años. Ha sido diputado regional y nacional y ministro del Interior. Este es su tercer intento de gobernar España.
¿Cómo es Rajoy? El rasgo más notable de su personalidad es la prudencia. Eso es bueno, porque, cuando los políticos toman decisiones erróneas, algo que ocurre frecuentemente, las consecuencias las padecen millones de personas. Rajoy es cauteloso, no hace declaraciones explosivas. No promete la luna. Es serio como un enterrador. Siendo joven abogado, ganó dificilísimas oposiciones que lo convirtieron en Registrador de la Propiedad. Un destino profesional tranquilo, casi anónimo y notablemente lucrativo. Eso dice mucho del personaje.
La España que le tocará dirigir a Rajoy padece un problema medular, muy antiguo, que provoca casi todos sus quebrantos: el país no produce lo suficiente.
¿Por qué España produce relativamente poco? Las explicaciones se acumulan desde el siglo XVII, cuando Inglaterra, Holanda, Francia (y luego Alemania) comenzaron a despegarse del resto de Europa. Sobran las causas reales o ficticias: cosmovisión religiosa católica y enemiga del lucro; educación repetitiva que no estimula la creatividad; leyes que no protegen debidamente la propiedad; valores morales que desprecian el trabajo manual, la mala administración del Estado.
En rigor, lo cierto es que el país genera poca riqueza para poder costear el tipo de vida que la sociedad desea disfrutar. Si se pretende que el Estado, desde los presupuestos generales, proporcione buenos sistemas de salud y educación públicas, cómodos medios de transporte, infraestructuras modernas, jubilaciones generosas, protección policiaca y una administración eficiente, es indispensable que mucha gente trabaje en empresas exitosas para que todos paguen los impuestos que se requieren.
La existencia del Estado de Bienestar no es el resultado de la decisión política de una sociedad por medio de su clase dirigente, sino de las posibilidades reales del aparato productivo. Si se quiere vivir como los suizos hay que producir como los suizos.
¿Puede Rajoy cambiar los seculares patrones de comportamiento laboral colectivo de los españoles? Es difícil, pero no imposible. ¿No lo hicieron Japón y Corea del Sur? ¿No lo hacen la India y China, aunque todavía sean sociedades pobres? Como se trata de un político sensato, seguramente atacará de inmediato los problemas más urgentes (la deuda exterior, el déficit, el desempleo), pero, si es un verdadero estadista, dedicará parte de su esfuerzo a tratar de cambiar el destino del país a largo plazo. Tarea de gigantes.