La sentencia de primera instancia contra el vicepresidente Jorge Glas, su tío Ricardo Rivera y otros procesados en el caso Odebrecht marca un hito en la lucha contra los actos de corrupción del anterior gobierno. Los procedimientos judiciales son lentos en sí mismos y el affaire durará años, pero la justicia ha sacado en limpio el primer capítulo, es decir, la punta del iceberg.
Desde luego, ya hubo sentencias en casos como la repotenciación de la Refinería de Esmeraldas pero, ahora sí, la justicia -más allá del caso Odebrecht, circunscrito a obras construidas en los últimos años- debe hacer un gran paneo a los contratos multimillonarios alrededor de una infraestructura costosísima que significó un grave endeudamiento y que no sirvió para cambiar el modelo productivo del país.
¿Habría sido posible algo de todo esto sin un quiebre en la estructura monolítica del gobierno de la llamada revolución? Es fácil imaginar cuál habría sido el papel de unas entidades de control cómplices o distraídas y de una Asamblea ciega ante la fiscalización, si se cumplía el libreto del continuismo. Ahora es notorio que el sistema judicial y las autoridades actúan con menos cortapisas.
El fiscal Carlos Baca admite que en estos meses recibió presiones ‘de todo el mundo’. Suena lógico, cuando personajes públicos y privados se han visto repentinamente expuestos a una acción judicial apenas imaginable hace unos meses. Alrededor del lucro de los negocios oscuros -que ya se calculan en miles de millones de dólares- hay también grupos de poder que se sienten amenazados.
El Fiscal ha decidido guardar distancia; está solo respecto del poder, que es como deben estar quienes administran justicia en cualquiera de sus instancias, más todavía en el inicio de posibles procesos penales. Pero sería malo que estuviera solo en relación con las otras instancias del Estado. O que no tenga el suficiente apoyo para cumplir con la tarea titánica de hurgar en el lado oscuro de la década perdida.
Necesita crear varios frentes de trabajo en la Fiscalía, y eso significa recursos. Necesita cambios legales para hacer su trabajo con mayor eficacia, y eso significa que la Asamblea Nacional, paralizada sobre todo a consecuencia de la lucha de poder entre correístas y morenistas, esté dispuesta a apoyarlo. Ya se verá en los próximos días quiénes siguen peleando con uñas y dientes para que la justicia no actúe.
Todos estamos pendientes de los próximos capítulos, porque parece que es la hora de la justicia. Pero, sobre todo, que es la hora del Fiscal. Una vez que él ha decidido ponerse a la altura de una circunstancia histórica delicada, tendrá que seguir demostrando con sus actos que está dispuesto a cumplir un papel técnico más allá de sus simpatías y amistades, e incluso más allá del miedo a los poderosos.