Escalofrío

La noticia se divulgó hace un par de días, en prensa y televisión. Dos, de ocho militares detenidos, confesaban un crimen a la vez que solicitaban protección, como víctimas y testigos: “Fuimos por la vía a la Costa, llegamos a un lugar oscuro y desolado, la camioneta paró; cuando ya había bajado al primero, mi sargento se metió a los matorrales y se escuchó el ruido de un disparo, y regresó en seguida riéndose, y se le preguntó qué pasó, donde él contestó que nada.

Lo mismo ocurrió con el segundo. Volvió a la camioneta y bajó a la persona que se encontraba en medio del balde, y mi sargento se lo llevó a los matorrales y asimismo se escuchó un disparo. Se le preguntó qué pasó y volvió a sonreír y dijo nada. Luego, lo mismo, con el tercero”.

Ocho uniformados de verde oliva, implicados en tres ejecuciones extrajudiciales, o sea, en tres muertes, tres asesinatos, de tres personas, dos de ellos bastante jóvenes (22 y 24 años). Signos de tortura, los tres. Maniatados, los tres. Sin posibilidad de defensa. O de un juicio justo. O de prisión, si era el caso. Nada. ¡Chao, Lola! ¡Qué confesión! ¡De novela de terror! ¡Da escalofrío de pensar en la sangre fría del ejecutor y en su sonrisa, terminada la hazaña!

Pero más escalofrío da una sociedad impávida. Una sociedad que no se inmuta. Una sociedad que no cuestiona. Una sociedad que no duda. Unos organismos de derechos humanos impávidos. Unas autoridades que no se pronuncian sobre el tema. Todos, indiferentes tras la confesión y, seguramente, sonrientes, muchos, igual que el sargento que haló el gatillo: ¡misión cumplida! El horrendo crimen tiene la coartada perfecta: la sociedad está harta de los delincuentes, los muertos han tenido antecedentes, habrá que ver cuál fue el motivo para acabar con la vida de tres personas…¡Como si algún motivo fuera suficiente para golpear, torturar, maniatar y acabar con tres vidas tras los matorrales a la orilla de un carretero! Una cosa es una sociedad que reclame mano dura para combatir el crimen organizado y otra una sociedad que justifique la tortura y el asesinato. Y peor, una sociedad que prefiera no ver, seguir feliz sin que nada afecte a su rutina.

En otro escenario, en México, una foto impresionante: 9 personas muertas, maniatadas y torturadas, colgadas de un puente. ¡Como si fuera una performance! Silencio. Esas cosas mejor no ver. Mejor no saber. Mejor no enterarse. Mejor no intentar saber en qué estaban. Total, asunto entre mafias lejanas que no llegarán acá, aunque de eso no haya certeza.

Y así vamos. Impávidos. Enfermos, todos, de indiferencia.

Queda zumbando en el oído la confesión. Queda el escalofrío. Y, seguramente, quedan por ahí las madres llorando a sus muertos.

Suplementos digitales