Desde hace pocos lustros, la sociedad internacional ha asumido como objetivo general la armonización de esfuerzos tendientes a la erradicación de la pobreza extrema, como uno de los factores conducentes al desarrollo integral de los pueblos, y con él, a la paz social, a la seguridad, al respeto de los derechos humanos y al ejercicio de la democracia representativa. Tanto en la Carta de la ONU (1945) como en la Carta de la OEA (1948), no había ninguna mención específica sobre el asunto en la versión original de sus principios y propósitos.
La Organización de Estados Americanos, en una de las últimas reformas de su Carta constitutiva, consignó en su artículo 3 dos literales concernientes a esta materia: f) La eliminación de la pobreza crítica es parte esencial de la promoción y consolidación de la democracia representativa y constituye responsabilidad común y compartida de los Estados americanos. Y añade: k) La cooperación económica es esencial para el bienestar y la prosperidad comunes de los pueblos del continente.
Por lo que atañe a Naciones Unidas, importa recordar la convocatoria a la Cumbre del Milenio, que fue un evento político trascendente y significativo. Por iniciativa de la ONU, entre los días 6 y 8 de septiembre del año 2000, se reunieron en Nueva York 150 jefes de Estado y de Gobierno, para examinar los problemas fundamentales que interesan al conjunto de la comunidad internacional. La “Declaración del Milenio”, aprobada en tal oportunidad, es uno de los hitos institucionales contemporáneos de la actividad de la Organización. Uno de los temas de dicho instrumento fue precisamente el relativo al desarrollo económico y social y la erradicación de la pobreza. El segundo numeral de la Declaración dice: “No se escatimarán esfuerzos para liberar a los hombres, mujeres y niños, de las condiciones abyectas y deshumanizadoras de la pobreza extrema, a la que, en la actualidad están sometidos más de 1 000 millones de seres humanos; por ello, para el 2015 se pretende reducir el porcentaje de los habitantes cuyos ingresos sean inferiores a un dólar por día. En el mismo tiempo se espera haber obtenido y comenzado a reducir la propagación del VIH/SIDA”. Esta propuesta representa por cierto un reto complejo para las organizaciones internacionales y los gobiernos de los Estados miembros, que deben poner en acción políticas económicas y sociales encaminadas hacia ese objetivo, radicado especialmente en los países en vías de desarrollo.
Se estima que la medida más apropiada de la pobreza material es el consumo, valorado directamente a través de la renta y el gasto. Pero el desarrollo no podrá por sí mismo abolir automáticamente, ni disminuir, la gama de desigualdades económicas y sociales. En todo caso, los esfuerzos que se desplieguen en este campo van en defensa de la dignidad humana.