En nuestro país ya contamos con delincuencia organizada, que está siendo juzgada. También con una ola de asesinatos que causan pavor. Ahora comienzan –al parecer- acciones de terrorismo provenientes del extranjero, pero cuyas víctimas son, por ahora, nuestros militares.
Los asesinatos son más que frecuentes. Siempre los ha habido, pero los actuales tienen características asustantes: torturas previas, desmembramiento de los cuerpos, dispersión de restos a tal punto que de alguna víctima todavía no se encuentra la cabeza.
La Historia registra un episodio: alrededor del año 1.034 nació Hassan bin Sabbah considerado el inventor oficial del terrorismo y fundador de la secta de hashishins ( los asesinos) que sembró terror en el mundo de entónces. Fueron asesinos organizados.
Si la organización política del mundo actual no consigue eliminar de raíz el actual fenómeno del crimen contra la vida, quién sabe qué futuro pueden esperar las naciones.
No es exageración decir que estamos respirando un aire malsano en los diversos órdenes de la institucionalidad del Estado: 15 970 licencias o documentos falsos emitidos en la Agencia Nacional de Tránsito. Miles y miles de denuncias presentadas por abuso sexual contra niños y niñas, hasta hace poco sin respuesta del Ministerio de Educación. Los accidentes de tránsito cubren con sangre las vías del país: no hay día que no nos informen de muertos y heridos. En nivel medio, se conoce de tráfico de dinero en pases de policías. El Ecuador se ha convertido en una bodega de estupefacientes y lugar de despacho a diversas partes del mundo. En la delincuencia de sangre hay una nota especial, el delito de femicidio: pobres mujeres asesinadas cruelmente.
Sacapintas que, desde una motocicleta, matan y no son descubiertos. Finalmente, niños, niñas, personas adultas que desaparecen y no se los encuentra.
En delincuencia menor, el robo: los ladrones exhiben habilidades sorprendentes; nadie con un celular en la mano está libre de despojo. Para las mujeres quedó en la historia la exhibición de joyas. La falsificación de documentos y su uso doloso, campea. Y en las alturas máximas de la política, con horror conocemos el saqueo al Seguro Social, una guerra de altos funcionarios acusados de recibir o apropiarse de dinero del Estado: la vergüenza ha fugado con ellos. Una Contraloría que no ha actuado. Una justicia en la que el ex Presidente “metió la mano” y algunos jueces, fiscales y administradores que, al parecer, obedecieron las instrucciones “de arriba”, situación que está variando con el advenimiento del nuevo y actual gobierno.
La Asamblea Nacional pese a nuevos políticos, no cambia sus viejos sistemas: desacuerdos, repartos, intereses, peleas. ¿Saldremos de esta sima? ¿Alcanzaremos la cima de la honradez, el honor y la seguridad?
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