Si existe un ecuatoriano al que le tengo celos y envidia, profunda envidia, ese es George, alias Lonesome, o Solitario para los criollos, quien se da el lujo de exhibir hasta un nombre en latin: Geochelone abigdoni, como si dijéramos el último de la estirpe de los Abigdoni de la isla Pinta, donde fue encontrado en 1972, el último de los 40 años de hegemonía del doctor Velasco Ibarra.
Ya me había olvidado del lento y enigmático quelonio cuando leí en El Universo que sus cuidadores de la Estación Darwin le iban a cambiar de hembras: así como así, sin que ‘el patudo’ como dicen los chilenos mueva un dedo, o una pata, le quitan a las dos viejas y le traen dos ‘tortus’ flamantes de la isla Española con el cuento de que comparten el 97%, no de sus manías ni de sus ideas políticas, sino de sus genes, como si eso le importara un rábano al pseudo solitario a la hora del traca-traca. Hora cuando la isla San Cruz con toda su flora y su fauna y sus colonos que comen bacalao, permanece en vilo, pendiente del milagro que deberá rendir sus huevos semanas más tarde.
¿Cómo no envidiar a este compatriota que lleva encima como si nada más de cien años y no debe tomar Viagra ni inyectarse Botox para disimular las arrugas ni tiene que soportar las cadenas nacionales? ¿Cómo no admirar esa paciencia mineral donde todo resbala, sea que le llamen impotente o le rieguen encima un vaso de Coca- Cola? ¿Quién va a arguir con él si se las sabe todas y ya era un joven de pelo en pecho, mejor dicho, de carapacho en espalda, cuando la baronesa Wagner brindaba los suyos, pechos y espalda y lo que fuera y debiera en sus orgías de la Floreana, antes de desaparecer misteriosamente durante el primer gobierno de Velasco , de quién más iba a ser, en 1935?
Porque el tal Lonesome vive rodeado de admiradores llegados de todo el orbe: príncipes, bellezas de Hollywood, magnates y saraguros. No hay tortuga adolescente de cualquier isla del archipiélago que no sueñe en hacer una pasantía en su corral. De yapa, la última vez que estuve a verlo, hace unos 6 años, me contaron ‘sotto-voce’ que una cooperante belga o sueca, algo así, le estimulaba para provocar la cópula, solo Dios y Darwin saben cómo. ¡Virgen Santísima, una súbdita de las monarquías europeas alcahueteando al bandido! Claro que no di crédito a tales especies pero las consigno por si las moscas.
Aunque ni las moscas molestan al quelonio gigante que vive de agache en el paraíso y tiene para largo pues seguirá tan campante en el año 2035, cuando se convoque a la décima consulta para reformar la justicia y sea reelecto por décima vez Luis Chiriboga como presidente de la FEF “considerando que clasificó la Tri al Mundial de Japón 2002” y George siga intentando preñar a las españolas. Lindo, ¿no?