Hace poco, en las páginas de la revista Líderes de este Diario, apareció una entrevista a este columnista sobre sus gustos y hábitos de lectura.
Recibí muchos comentarios gentiles y uno bastante antipático, criticándome por haber llamado al ‘Che’ Guevara un asesino.Lo curioso es que era un artículo largo, mucho más largo que esta columna, en el que más de un lector encontró curiosa mi afición por leer libros en formato electrónico. A alguno le pareció raro que el primer libro que leí en un aparato electrónico portátil haya sido Tarzán. (La explicación de esto último es que ese libro llegó gratis en una Palm -épocas remotas- y si, literalmente, ya estaba en la palma de mi mano, pues había que leerlo).
En el artículo se explicaba mi gusto por la novela histórica y mi admiración (en diferentes épocas de la vida) por Verne, Salgari, Dumas, Proust, Zweig, Pérez Reverte o Posteguillo. Creo que también era obvia mi estima, más no admiración, por Edgar Rice Burroughs, el autor de Tarzán.
En un párrafo de la entrevista explicaba lo interesante que me pareció la biografía del ‘Che’ Guevara escrita por Jon Lee Anderson y, ante la pregunta de por qué la había leído, respondí que “me interesó entender mejor la lógica de un asesino y de por qué la gente lo admira”. Ese comentario le molestó a un crítico anónimo de la Internet.
La caracterización de asesino la di porque, más allá de las muertes causadas en los combates guerrilleros en Cuba, el Congo y Bolivia, hubo muchas ejecuciones en La Habana luego del triunfo de la revolución, o sea, en los meses posteriores al 1 de enero de 1959. Y eso hace más difícil entender por qué tanta gente lo sigue admirando y defendiendo.
El ‘Che’ fue un producto de su época, de esos años 50 y 60, donde muchos idealistas creían que la lucha armada y la violencia era la única manera de liberar al mundo del “imperialismo” al que veían como la causa de todos los males de la humanidad.
Pero el mundo cambió. El muro de Berlín cayó y ya no queda duda de la crueldad de los regímenes comunistas que el ‘Che’ tanto defendió y de las decenas de millones de muertes que causaron esos gobiernos.
El intervencionismo norteamericano en América Latina, tan desagradable en la época de la Guerra Fría, ya no existe y con Trump los EE.UU. se repliegan y aíslan cada día más. El mundo ha cambiado tanto que ya no hay un justificativo para seguir admirando al ‘Che’, incluso si dio su vida por sus ideas (luego de matar a muchos otros).
Y la admiración al ‘Che’ hace daño, no sólo porque es hacia alguien tan criticable, sino porque impide ver los verdaderos retos que América Latina tiene en el presente e ignora los complejos retos del futuro. Si América Latina quiere despegar, tiene que enterrar definitivamente al ‘Che’.