Es de Alfred de Vigny, francés, la frase que publicó EL COMERCIO: “Ciudadano verdaderamente libre es aquel que no depende del Gobierno ni le debe nada”. Hasta hace poco, millones los que en nuestro país no le debían nada al Gobierno de turno ni dependían de él. Siempre los mismos en el poder. Siempre los mismos utilizando los recursos del Estado en su propio beneficio. Pocos, en relación al resto, los que no eran verdaderamente libres… (!). ¡Una isla de paz la ecuatoriana! Ni qué decir tiene que el fracaso del socialismo en los trópicos y páramos latinoamericanos encuentra explicación en que éramos un espacio de hombres libres, eso sí abandonados de la mano de Dios.
Releyéndole a Jorge Icaza en su relato ‘El chulla Romero y Flores’ (la circunstancia, el Quito de la primera mitad del siglo pasado), sobrecoge la miseria, la mugre, el acanallamiento, esa bohemia alcoholizada y triste de quienes vivían en esos barrios de algo más allá de la Plaza Grande. Casas decrépitas, de paredes desconchadas, fétidas, a cuarto por familia, hacinamientos humanos con un remedo de retrete al servicio de todos: los conventillos quiteños, ya descritos por el Dr. Eugenio Espejo.
En tal podre, ciudadanos libres. Uno de ellos, el chulla Romero y Flores, de buen ver, insuperable para una farra, pobre de solemnidad, un cholo de mierda hijo de Majestad y Pobreza (blanco que cayó en lo último) y mama Domitila, india de una de las guaraperías del Panecillo. Vida conflictiva la de “nuestro chullita”, zigzagueante digamos: cuando oye las voces del padre se comporta como un gran señor, noble como el que más; cuando las de mama Domitila, el chulla se achanta, baja la vista como haciéndose perdonar de que exista. Se le da por ocupar un cargo público, pierde la libertad. Cuando con la ley en la mano pretende ajustarle las cuentas a ‘patrón-grande-sumercé’ es echado a patadas: Romero y Flores, el pobre cholo pendejo y trepador, recobra la libertad.
¡Esa entelequia, la libertad! Para quienes no dependemos ni le debemos nada a Gobierno alguno, la libertad un valor supremo, indispensable para continuar viviendo. No es el caso de la inmensa mayoría: por generaciones han padecido la orfandad que supone ser víctima de un sistema que les ha negado los derechos básicos, los del hombre y del ciudadano.
Es el caso del pueblo venezolano: ¡de qué libertad le están hablando! ¿De qué libertad le están hablando a la gran mayoría de bolivianos y ecuatorianos? A mi juicio, debo decirlo para tranquilidad de mi conciencia, el mérito de Chávez, Correa y Morales es el de haber iniciado, sí iniciado, venciendo dificultades hasta ayer insuperables, procesos que conducen a vencer la ignorancia y a proteger la salud, el pan de cada día y el derecho a la esperanza, sin lo cual no hay libertad.