El Gobierno de México y la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) han convocado a una reunión hemisférica de alto nivel contra la delincuencia organizada transnacional, uno de los mayores desafíos que tiene nuestra región. El encuentro será el 1 y 2 de marzo próximo y en él se reunirán las autoridades del continente encargadas de enfrentar el problema del delito y la violencia.
El crimen organizado transnacional es el principal responsable continental de actividades como el tráfico de drogas, el tráfico ilícito de armas e inmigrantes, la trata de personas, el lavado de dinero, la corrupción, el secuestro y los delitos cibernéticos. Estas bandas criminales también utilizan su organización y poder económico para generar pandillas delictivas juveniles, corromper a funcionarios públicos y privados y en ocasiones incurrir en actos terroristas. Todas estas actividades son perpetradas transgrediendo fronteras y jurisdicciones nacionales y desplegando capacidades que a veces llegan a superar a las de las fuerzas de la ley.
Esta actividad criminal no aqueja solo a un país: es el enemigo de todos. En el 2010 -el último año para el cual el Observatorio Hemisférico de Seguridad de la OEA tiene datos oficiales- hubo 154 836 homicidios dolosos en el hemisferio, lo que significa que en promedio se cometieron 424 homicidios cada día, 17 cada hora y prácticamente uno cada 4 minutos. Tres cuartas partes de esos homicidios se cometieron con armas de fuego, el porcentaje mayor de cualquier región en el mundo.
Detrás de los fríos datos se oculta la dramática realidad de seres que pierden la vida, sufren heridas, pierden ahorros o se ven arrastrados a la miseria. Verdaderas víctimas, cuya voz raramente se escucha. Su silencio estruendoso nos obliga a reaccionar.
Cuando el control del delito organizado sobre barrios, comunidades o zonas geográficas más amplias dificulta, impide o incluso sustituye a las instituciones públicas, estamos ante una amenaza cumplida contra la gobernabilidad democrática. La situación se repite cuando el delito organizado interviene directamente en procesos electorales amenazando o incluso asesinando candidatos, amedrentando electores y, en muchos casos, imponiendo propios candidatos. Lo mismo ocurre cuando el delito organizado corrompe a funcionarios públicos y privados.
La OEA ha desarrollado una amplia red de instituciones para la cooperación en la lucha contra el delito y la violencia: la Convención Interamericana contra la Fabricación Ilícita y Tráfico de Armas de Fuego, Municiones, Explosivos; el Plan Hemisférico Contra la Delincuencia Organizada Transnacional; reuniones ministeriales de Justicia y Seguridad; y el Mecanismo de Seguimiento de la Convención Interamericana contra la Corrupción.