Resulta una trágica recurrencia, que justamente el país que experimentó los efectos de las bombas atómicas en 1945, esté enfrentando el riesgo de una nueva hecatombe por el fallo de una planta de energía nuclear, ocasionada por el terremoto del pasado 11 de marzo. El desastre nuclear amenaza con hacer de los efectos del terremoto y del posterior tsunami, asuntos menores frente a la posible devastación que podría derivarse de la contaminación radiactiva. Nuevamente, más que las razones esgrimidas desde el campo ecologista, es la experimentación de la realidad del desastre, la que vuelve a poner en la agenda mundial la discusión sobre la viabilidad y conveniencia de la opción nuclear para la producción de energía.
La situación demuestra que no es posible garantizar condiciones de seguridad 100% confiables para la operación de plantas nucleares. No es suficiente la planificación del riesgo para evitar los efectos no recuperables de catástrofes como la acaecida en Japón. Pero la incapacidad de control del riesgo no es el único factor que hace inviable el desarrollo de la energía nuclear. El uso de esta tecnología genera desechos altamente contaminantes, cuya disposición aún no ha podido ser resuelta, lo que agrava los altos costos ambientales, sociales y económicos en la construcción y operación de este tipo de usinas.
Como respuesta a las dificultades que encuentra la planificación del riesgo en materia de energía nuclear, las tecnologías renovables para la producción de energía han experimentado un importante avance. El Ecuador es un lugar privilegiado para la aplicación de estas tecnologías (hídricas, eólicas, solares, geotérmicas) que no corren el riesgo de agotarse como el petróleo ni producen sus graves impactos ambientales.
Por todas estas consideraciones llama aún más la atención que, pocos días antes del terremoto de Japón, se haya reactivado la Agenda de cooperación con Irán a propósito de la visita al Ecuador de su Vicecanciller, agenda cuyo principal acápite es, desde la visita del presidente Correa a Irán en el 2008, el desarrollo de usos “pacíficos” de la energía nuclear.
Este caso ilustra cómo está orientada la agenda de política internacional del Gobierno y su enfoque sobre la soberanía nacional en materia política y energética: el objetivo de formar un eje “antiimperialista” y la construcción desfasada de un escenario de enfrentamientos que reedite la lógica de la guerra fría, nos embarca en agendas de cooperación con países como Irán y con sus políticas de desarrollo de energía nuclear con “fines pacíficos”.
Es esta lógica de construcción geopolítica la que pone en embarazo a nuestro Canciller, cuando, como en el caso de la Libia de Gadafi, le impide reaccionar y condenar la masacre que se está cometiendo contra su pueblo.