Un interesante y bien organizado coloquio, como cierre al programa MBA, de un selecto grupo de profesionales, giró alrededor de temas trascendentes y de gran actualidad. En el entusiasmo del debate, como de soslayo, surgió la inquietud: “¿cómo diferenciar a un auténtico empresario de un money maker?”.
El veredicto -unánime- fue que se hiere a la justicia cuando se mete a ambos en un mismo saco. Son dos “culturas” y comportamientos abismalmente distintos, con aspiraciones muy disímiles: el ‘money maker’ quiere, como último fin, hacer más y más dinero, lo que le impulsa a la osada faena de utilizar cualquier medio para ello.
Se compartieron experiencias. Uno de ellos mencionó que trabajó en una empresa “S.A.”. Dedujimos que dichas siglas significaban “Sociedad Anónima”. Sorpresa. Afirmó él: “estuve en una empresa… ¡Sin Alma!”. “¿Cómo es eso?” -replicamos-.
Revelaba que dicha empresa no tiene alma, por muchas razones, entre varias, porque le “facultaron” para renunciar a muchas personas, “negociando” -antes- con ellas, en contubernio con el “hábil” abogado de la institución, para que los despedidos consientan recibir tan solo el 50%, o menos, de sus liquidaciones de ley, eso sí, sin chistar ni reclamar, camuflando los documentos que debían firmar. No tiene alma -decía- porque el jefe máximo, que siempre está lejano de sus trabajadores, les trata de forma displicente y tirana.
Otro de ellos, asentía con su cabeza, como si eso le fuera conocido, a lo que añadió: “he sido testigo de cómo, en donde trabajaba, se maquillaban los balances; por ejemplo, insertaban los productos de clase “B”, o rechazados, para inflar los números y quedar bien con sus patrones”.
Otro contó del agravio y desdén que reciben algunos de sus clientes: una persona de edad avanzada, con una cuenta corriente muy antigua, al que -sin embargo de su sacrificada insistencia- nadie le dio satisfacción suficiente de por qué le descontaban una cantidad mensual de sus exiguos haberes.
Así, uno a uno, varios, fueron contando vivencias.
Lastimosamente, aciagas, de sus labores: desde trampas contra el medioambiente, hasta manipulación y aprovechamiento de proveedores, abuso a cualquier mortal -menos avispado- utilizado para su rastrero beneficio.
Lo irónico, se comentó, algunos de los que manejan este tipo de empresas aparecen buenitos y sonrientes, henchidos de vanidad, recibiendo premios, adulaciones y halagos de ciertas entidades que carecen de autoridad moral para tales concesiones.
SDLqEs necesario poner de moda la virtud”. Con esta acertada frase de José Martí, inicia su libro el empresario ecuatoriano Pedro Kohn T., donde recorre una feliz trayectoria en la actividad industrial y gremial. Precisamente, virtudes y valores, son los elementos que diferencian al empresario del nefasto ‘money maker’.