Erasmo de Rotterdam es considerado como el humanista que mayor brillo impartió al siglo XVI con sus trabajos. Para mantener incólume la independencia de su pensamiento se alejó tanto de la iglesia católica como de la reforma protestante. Fue amigo de Lutero y de Tomás Moro. Uno de sus libros se titula “Elogio de la Locura”. La Necedad -o locura- asume en primera persona el relato y se presenta como el personaje más admirado y seguido, el que más orienta -¿o desorienta?- la conducta humana. Tiene seguridad y confianza en sí misma, presume saberlo todo y cuenta con una corte de acólitos siniestros que sumisamente cooperan para afirmar su reinado en el mundo. Ellos son, entre otros, el Amor Propio, la Adulación y el Olvido.
Dice Erasmo que la Necedad, por los favores que dispensa, cree ser semejante a los dioses, lo que le lleva a decir, sin recato ni vergüenza, que es evidente la supremacía de la Necedad sobre la Razón. Si los filósofos estoicos afirmaron que la sabiduría consiste en seguir los dictados de la razón, y la necedad, por el contrario, en dejarse llevar por las pasiones, ¿no es verdad -pregunta- que hay ciertos hombres más inclinados a obedecer a sus pasiones, en quienes la Razón queda reducida a un pequeño rincón de la cabeza mientras que la Necedad invade lo restante de su cuerpo? El Amor Propio, que consiste en “pasarse a sí mismo la mano por el lomo” es su primer acompañante y cuenta con la colaboración de la Ira, que les frunce el ceño y congela la sonrisa. Tales hombres solo confían en sus ideas. “¿Hay algo que sea más necio que la complacencia y la admiración de sí mismo?”.
La Necedad se rodea también de manos siempre dispuestas al aplauso y a exaltar sus méritos comparándolos con ventaja sobre los propios de los dioses. Este acompañante infaltable es la Adulación, cuya labor más importante consiste en pasar la mano por el lomo del amo. La Necedad se siente así siempre tranquila y protegida. Recompensa a sus aduladores pero, en el fondo, desconfía y está siempre lista a deshacerse de ellos y perseguirlos como a enemigos. La Necedad necesita de la Adulación porque “…los oídos de los príncipes aborrecen la verdad, y por esto mismo huyen de los sabios temiendo tropezar con alguno libre en demasía que se atreva a decirles cosas más verdaderas que agradables”.
Para esto último, convoca al Olvido que está como aletargado y despierta para ayudarle a construir nuevas versiones de los hechos. Contemporáneamente podríamos decir que decide patentar la fórmula que constriñe a no olvidar las “realidades” ficticias. “El necio -dice Erasmo, citando a Homero- no conoce más que los hechos”, es decir los acontecimientos cortados por sastre propio para que calcen exactamente con las medidas de su necedad.
Erasmo, ¿profeta y visionario?