Tener miedo, ese temor paralizante que enciende las alarmas ante algún peligro, a lo mejor crea pánico, aprensión y paraliza a la persona, fue lo que no pocos ecuatorianos tuvieron con Correa. En defensa, escondieron o camuflaron sus ideas, algunos prefirieron el silencio a la palabra con verdades molestas o no actuar según sus convicciones.
El peso de una justicia ganada al poder, en lugar de ser el refugio para la persona ante los abusos, como debe ser en democracia, ahondó el sentimiento de persecución y abandono. La amenaza personal o familiar o la abierta represión o las desmesuradas palabras presidenciales sin ápice de sentido ciudadano, hechas para amedrentar y devaluar al otro, todo ello hizo del miedo el límite para decir y actuar, una destrucción interna indecible, escondida en los adentros.
Otra vez en la historia del Ecuador, la protesta primero de las organizaciones sociales indígenas y de los sindicatos urbanos rompió el hielo del mito creado por la propaganda y los desplantes presidenciales que pretendían que Correa era invencible. Las calles le dijeron lo contrario.
Definieron un freno, desvanecieron el miedo. En segundo lugar, ya sin colores políticos ni organización, varios sectores medios dijeron en las calles y en los votos que no debía haber poder para imponer o abusar.
Ahora, las medidas de Moreno que ratifican la libertad de expresión y frenan la represión, dispararon la aceptación del Presidente. Los ecuatorianos aprueban estas políticas. Antes de las elecciones, en los sondeos desaprobaban los comportamientos autoritarios de Correa o sus sabatinas, aún entre sus partidarios.
Los ecuatorianos sin bombos ni platillos, se apresuran a dar la vuelta a la página. Es otra vez la salida por la tangente de rápido olvidar, de mejor ni recordar.
Un “nunca más” debería ser necesario para sembrar una cultura cívica de respeto a los derechos y a las libertades aun cuando se pretenda que estos gobiernos serían necesarios para lograr igualdad social. Al contrario, los derechos de la persona como las libertades que significaron tantos esfuerzos y logros de los sectores populares son tan necesarios como la búsqueda de mayor igualdad social.
Develar el funcionamiento y componentes del sistema represivo es indispensable. Debería volverse público una y otra vez. Es positivo el paso inicial por el eslabón de la prensa, queda la justicia, el abuso de la palabra presidencial, la propaganda que todo justificaba, el uso del recurso público, los ministros de promotores y la corrupción, la que ahora aparece como sistema.
La propaganda que imponía el silencio. Los hechos de todo esto deben aparecer y enseñar lo que hicieron. Europa del Este nos enseñó que no basta dar la vuelta a la página sino sembrar un “nunca más” ya que la sociedad hizo parte del sistema.