Me he dado el trabajo de revisar los capítulos relacionados con política exterior de los programas de los cuatro principales candidatos a la presidencia de la república y mi sorpresa ha sido mayúscula aunque previsible. No tienen ni la extensión ni la profundidad, peor aún el detalle, que deberían tener por la crucial importancia de este factor transversal en un mundo globalizado y por la coyuntura particularmente preocupante por la que atravesamos.
Las causales de esta coyuntura son diversas, unas de impacto global y otras regional. La principal es la llegada al poder del señor Trump de la primera potencia hegemónica mundial y a la incertidumbre que generan sus propuestas racistas, xenófobas, aislacionistas y proteccionistas. Hay quienes dicen que son excesos de campaña para captar el electorado descontento con el establishment y que ese mismo establishment sabrá matizarlas, pero las primeras designaciones de su equipo de gobierno dicen lo contrario. Si cumple solo el 25% de lo dicho en campaña ya alterará profundamente su país y las relaciones de poder en el mundo y en nuestra región.
Otra causal es la presencia geopolítica y económica cada vez más potente de China que va copando los espacios que la potencia hegemónica tradicional, los Estados Unidos, va dejando en el camino y que Beiging se apropia hábilmente para expandir su influencia global, especialmente en América Latina.
En nuestra región se produce entre tanto, parecería, una deriva hacia el liberalismo aperturista económico tras un largo periodo progresista que se va apagando, democráticamente en unos casos y en otros no tanto, luego de alcanzar logros sociales significativos, todo esto dentro de un condenable fango de corrupción.
En el Ecuador los candidatos y los grupos políticos que los apoyan deberían imperativamente definir una política exterior que haga frente a esta compleja coyuntura pensando en función de Estado y no solo de gobierno. Se impone una definición de los objetivos que se propone en el frente externo y las estrategias para alcanzarlos.
De lo que he podido revisar en sus respectivos programas existe una grave confusión de conceptos y de estrategias. No se le da a este factor trascendental, la política exterior, la importancia que tiene y cuyo principal objetivo es el de promover el desarrollo. Por lo demás, al poco contenido de las propuestas y escasas respuestas no se añade algo fundamental: cómo aterrizarlas para atender las necesidades de la población precisamente en el contexto de la grave crisis en que nos encontramos.
La política exterior es un instrumento esencial para el logro de los objetivos internos que fije el próximo gobierno, cualquiera que este sea.