Mientras observaba por CNN el último debate entre los candidatos Ollanta Humala y Keiko Fujimori, me pareció que estaba viendo a dos políticos ecuatorianos debatir públicamente sobre sus ofrecimientos de campaña. Esa impresión la tuve solo hasta cuando terminó el debate, momento en que los dos candidatos se estrecharon la mano e incluso se dieron un beso, pues ello demostró cierta madurez política (lo cual generalmente no sucede en nuestro país), pese a que se dijeron duras verdades.
Ojalá que el reciente electo Presidente del Perú continúe por el sendero trazado por el presidente Alan García y por los ex presidentes Toledo y Fujimori en materia económica, lo cual ha permitido que ese país tenga un crecimiento por arriba del 8% durante el último año, y que logre disminuir la brecha entre ricos y pobres en nuestro vecino del sur.
El poco margen con el que ha ganado Ollanta Humala, quien recibió el apoyo del 51% de los electores, demuestra que en efecto el Perú es un país que demanda cambios, sobre todo en el área social.
Humala para mí es un misterio; él es un populista de izquierda nacionalista que comenzó con un programa inscrito en la Junta Nacional de Elecciones que implicaba anular la Constitución vigente, el desconocimiento de tratados internacionales (lo cual provocaría una tremenda inseguridad jurídica), anular privatizaciones anteriores, nacionalización de sectores estratégicos, reelección continua, etc. (se asimilaba al presidente Chávez), pero como lo criticaron duramente, fue gradualmente cambiando sus posiciones hasta jurar hace poco, que de ser electo, garantizaría la libertad de expresión y la economía de mercado, y que no estatizaría empresas estratégicas.
La actitud ambigua de Humala generó una gran incertidumbre en los agentes económicos, a tal punto que la Bolsa de Valores de Lima suspendió sus operaciones este lunes, donde se comenzaron a vender una inmensa cantidad de acciones.
Una parte importante de la clase dirigente del Perú ha apoyado a Humala debido a que tuvieron experiencias negativas en el gobierno de Alberto Fujimori, donde algunos fueron perseguidos y, según me cuentan, hasta chantajeados a través del Sunat, equivalente a nuestro SRI. Kuczinski apoyó a Keiko y Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo a Humala, lo cual lo ayudó a captar la Presidencia.
En el congreso, campo de batalla política, la tradición en Perú es elegir a una mayoría en contra del Presidente electo, por lo que es imprescindible que Humala forme un Gobierno de concertación nacional, para lo cual va a tener que ceder, negociar y consensuar políticas. Ojalá que no sea un gobierno autoritario al estilo de Hugo Chávez y de otros, como lo hizo en su momento Alberto Fujimori, lo cual es un peligro o una amenaza.