Es algo paradójico que Estados Unidos de América, líder histórico en los avances en las diversas actividades, mantenga casi intacto el proceso anticuado y complejo para la elección presidencial, que establece su única Constitución, ratificada en 1787, pero, así mismo, mantiene inalterables los postulados de respeto a la democracia y cumplimiento de los resultados de las urnas.
Actualmente se cumple la etapa inicial de la quincuagésima octava elección en la nación más poderosa del planeta, con métodos similares a los que se utilizaron en los primeros comicios, en los que triunfó George Washington. Este paso preliminar consiste en la selección del aspirante por cada uno de las tiendas políticas que terciarán luego en la contienda cívica. Hasta ahora se perfilan como favoritos Hillary Clinton, con considerable ventaja sobre sus contendientes en el Partido Demócrata y el polémico y lenguaraz magnate Donald Trump, por el Republicano, aunque nada está resuelto todavía.
Una particularidad de este sistema es que no es una elección popular directa, que culmina necesariamente con la proclamación del aspirante que obtiene el mayor número de sufragios, como ocurre en Ecuador, sino que, como dispone la Constitución, “el primer martes siguiente al primer lunes de noviembre”, los miembros de los dos partidos, Demócrata y Republicano, que deben registrarse previamente, eligen en los 50 estados y en Washington D.C. los delegados al Colegio Electoral, que cumplen el mandato de votar por el candidato señalado, con la limitación de que no se puede compartir el número de sufragios en cada estado sino que se asigna el total, así hubiese una mínima diferencia, al que obtiene mayoría.
El número de votos que corresponde a cada estado es equivalente a dos senadores más una cifra igual a la de los respectivos representantes en la Cámara Baja, lo que suma 538 delegados o sea que para la elección de Presidente se requiere un mínimo de 270 votos, ó sea el 50% del total. Este evento constituye la real elección presidencial y en esa misma fecha ya se conocen los resultados en forma extraoficial, de tal manera que las ceremonias de conteo de votos y proclamación de resultados, que se efectúan semanas más tarde, son simples actos protocolarios, en cumplimiento de las disposiciones legales y constitucionales.
La Constitución norteamericana dispone que un ciudadano puede desempeñar la Presidencia hasta dos períodos de cuatro años cada uno, mientras en otros países se recurre a subterfugios para perpetuarse como “dueños del país”.
En caso de que esta vez triunfara la candidata demócrata Hillary Clinton, esposa del ex presidente Bill Clinton, sería la primera mujer que llegaría a ese cargo en EE. UU., luego de que Barak Obama es el primer afrodescendiente que accedió a la Casa Blanca, en la que permanecerá hasta el 20 de enero del próximo año.
Y la historia sigue su curso…