Se acerca la fecha de la primera vuelta presidencial y dos candidatos (Juan Manuel Santos y Antanas Mockus) acaparan la mayoría de las intenciones de voto. Uno de los pilares de una democracia realmente competitiva es la incertidumbre con respecto a los resultados electorales: este es el caso de la inminente jornada electoral en nuestro país, pues nadie sabe a ciencia cierta quién va a ganar. Una diferencia con Cuba, por ejemplo, que constituye un claro ejemplo de una seudodemocracia plebiscitaria.
Un segundo pilar de una democracia competitiva es la aceptación de los resultados electorales -cualesquiera que sean- por parte de todos los candidatos y partidos políticos.
Al respecto, Chile le acaba de dar un ejemplo de madurez democrática al continente. Tras 20 años (1990-2010) de gobiernos dominados por la Concertación de Partidos por la Democracia, la coalición dominante debió aceptar la derrota en las urnas y transferir el Gobierno al candidato de la derecha, Sebastián Piñera. Quienes perdieron en las urnas no pensaron nunca que se trataba del fin del mundo.
Y, en seguida, reorganizaron sus fuerzas para intentar recuperar el poder en cuatro años.
Colombia, igualmente, se debe preparar para una alternación pacífica y sin traumatismos. Ni el triunfo de Santos ni el triunfo de Mockus (o de otro de los candidatos si se produce un tsunami electoral) significa el fin del mundo. Uno como otro tienen muchas virtudes.
En cuanto hace a Juan Manuel Santos, su principal fortaleza es el amplio conocimiento del Estado, gracias a los cargos que ha ocupado como representante de Colombia ante la Organización Internacional del Café en Londres y como ministro de Comercio, Hacienda y Defensa. Además, tiene un partido disciplinado y una representación parlamentaria significativa (dos ejes esenciales para poder gobernar en un régimen presidencialista), así como un sólido equipo asesor.
Mockus no se queda atrás. Además de haber ya demostrado su capacidad de gestión gracias a dos alcaldías exitosas en la capital del país, cuenta con un consistente núcleo de coequiperos (Sergio Fajardo, Enrique Peñalosa y Luis Eduardo Garzón), una gran formación intelectual y un programa creativo y renovador.
Uno de los dos será el nuevo Presidente. Y los colombianos debemos aceptar los resultados de las urnas. Prolongar el actual e insano clima de polarización interna no es sano para la estabilidad democrática.
Gane quien gane, no será una hecatombe, como les gusta predicar a los profetas del Apocalipsis. Quienes pierdan en una limpia disputa democrática deben evaluar las razones de la derrota y prepararse para disputar de nuevo el poder en cuatro años. Quienes ganen deberán gobernar en beneficio de todos los colombianos. Así es la democracia.