Londres acaba de elegir alcalde a Sadiq Khan, militante del Partido Laborista, descendiente de migrantes pakistaníes y musulmán practicante. El triunfo sobre su rival conservador fue amplio y la repercusión del hecho es enorme. No se ha apreciado aún en todos sus aspectos.
Khan pasa a ser el funcionario islámico de más alta jerarquía en Europa y un referente internacional. Londres es una de la ciudades más importantes del mundo y su alcalde es un político de mucho peso. Además, Khan resulta también ser un referente del Partido Laborista británico, ahora en la oposición, pues su triunfo le da un respiro luego de varios años de derrotas.
Khan es hijo de un chofer de bus y una costurera. Se educó en una escuela estatal londinense y luego estudió leyes, hasta graduarse en la misma ciudad de Londres. Desde temprano tuvo que hacerse una carrera como político, llegando a ser miembro del Parlamento hace ya algunos años, luego fue ministro de transportes y también miembro del “gabinete en las sombras” de la oposición.
Durante la campaña electoral que antecedió a la elección, Khan fue objeto de un duro ataque de los conservadores, que lo acusaron de tener estrecha relación con extremistas islámicos. Para una ciudad de la que han salido algunos de esos extremistas y está temerosa de un próximo ataque de los terroristas del Estado Islámico, esa es una acusación muy fuerte, ya que combina el racismo con el miedo. Así y todo, los votantes londinenses lo eligieron con más de un millón de votos y sobre trescientos mil de diferencia con su rival.
¿Qué sucedió? En primer lugar, que los ciudadanos prefirieron acoger un manifiesto que ofrecía mejores condiciones de vida y trabajo, en vez de atender a una campaña de temor y racismo, similar a la de Donald Trump en Estados Unidos, que ofrece impedir el ingreso al país de los islámicos, entre otras medidas extremas.
En segundo lugar, los londinenses le han dado una lección al mundo. A los europeos y estadounidenses por su apertura y verdadera tolerancia. Y a los musulmanes porque les demuestra que no es verdad que en Occidente todos tienen prejuicios y los odian. Cuando se levanta el Estado Islámico con un “guerra santa” barbárica que en nombre del islam esta destrozando el Medio Oriente, la gente de una de las ciudades más importantes del orbe le da un voto de confianza a un musulmán identificado con la paz y la interculturalidad.
Trump dijo que en el caso de Khan podía hacer una “excepción”. Pero el aludido le contestó encarándole su extremismo racista. Justo es reconocerlo, también el primer ministro conservador del Reino Unido hizo lo mismo.
Ojalá los electores de EE.UU., que a veces han preferido al extremismo, miren los ejemplos de su antigua aliada, la Gran Bretaña y voten con sensatez en su elección presidencial.
eayala@elcomercio.org