Por: Nouriel Roubini *
La reacción de los mercados a la conmoción del Brexit fue ligera en comparación con otros dos episodios recientes de volatilidad financiera global: el de mediados de 2015 (por los temores a un aterrizaje forzoso de China) y el de los primeros dos meses de este año (por la repetición de esos temores sobre China, y otras incertidumbres globales). El alcance de la conmoción fue regional en vez de global (los mercados más afectados fueron los del Reino Unido y Europa); y la volatilidad duró solamente una semana, mientras que los otros dos episodios serios de huida hacia activos seguros duraron unos dos meses y produjeron una fuerte corrección de las cotizaciones bursátiles en EE.UU. y el mundo.
¿Por qué la sacudida fue tan breve y ligera?
Para empezar, el RU equivale a solo el 3% del PIB global; en cambio, China (la segunda economía del mundo) equivale al 15% de la producción mundial y a más de la mitad del crecimiento global. Además, las muestras de unidad de la Unión Europea después del Brexit, sumadas al resultado de las elecciones en España, calmaron los temores a una desintegración inmediata de la UE o la eurozona. Y el rápido cambio de gobierno en el RU aumentó las esperanzas de que las negociaciones para la salida de la UE, por más difíciles que sean, produzcan un acuerdo que mantenga la mayor parte de los vínculos comerciales dando al RU acceso sustancial al mercado único y la posibilidad de fijar restricciones moderadas a la inmigración.
Lo más importante es que los mercados no tardaron en reflejar en sus cotizaciones la conclusión de que el Brexit llevaría a los principales bancos centrales del mundo a adoptar una actitud más flexible. De hecho, como en los dos episodios anteriores de huida hacia la seguridad, los mercados y las economías recibieron un respaldo de liquidez por parte de los bancos centrales.
Pero es posible que el riesgo de volatilidad europea y global solo se haya pospuesto por poco tiempo. Aún dejando a un lado otros riesgos globales (entre ellos la desaceleración de un crecimiento estadounidense que ya es mediocre, más temores a un aterrizaje forzoso de China, la debilidad de precios del petróleo y los commodities, y las fragilidades en mercados emergentes clave), abundan los motivos para preocuparse por la eurozona.
Si las negociaciones de divorcio entre el RU y la UE se prolongan y complican, el crecimiento y los mercados resultarán afectados. Y un divorcio en malos términos puede llevar a que Escocia e Irlanda del Norte abandonen al RU. En ese supuesto, también Cataluña podría insistir en reclamar la independencia de España. Y ya sin el RU, tal vez Dinamarca y Suecia (que no tienen planes de unirse a la eurozona) teman quedar marginadas dentro de la UE y se planteen la posibilidad de salirse del bloque.
*Project Syndicate