Los estudiantes universitarios chilenos suelen protestar contra los gobiernos de su país, sean estos de izquierdas o derechas. A veces sus protestas son pacíficas y otras devienen en actos vandálicos cometidos por minorías violentas infiltradas en el movimiento estudiantil.
Los jóvenes chilenos demandan universidades y enseñanza de calidad, pero sin pagar por esos servicios. Exigen que otros se los paguen. Tienen 18 años o más. Pueden votar, elegir y ser electos, ir al Ejército, casarse sin autorización de nadie, crear empresas, invertir, engendrar hijos, ir a la cárcel si cometen delitos, pero suponen que pagar su educación es cosa de otros. Son adultos responsables en todo, menos en eso.
Realmente, es una conducta incoherente. ¿Por qué la sociedad debe pagar los estudios universitarios de una minoría de adultos privilegiados que, tras graduarse, ganará considerablemente más dinero que la media de quienes no pasaron por esos recintos académicos? ¿No es una inmoralidad que los trabajadores de a pie paguen con sus impuestos los estudios de quienes luego serán sus jefes y empleadores? Pero hay otra incongruencia todavía peor: los estudiantes universitarios chilenos quieren que la educación no sea objeto de lucro. No hay nada moralmente censurable en el lucro. Lucro es sinónimo de logro, de misión cumplida. Si ellos quieren educación de calidad, creativa, original, oficiada por profesores competentes, van a tener que atraer a los mejores con buena remuneración, reconocimientos públicos y posibilidades de enriquecimiento. Hay pocos seres excepcionales dispuestos a enseñar por un plato de comida y una cama de tablas. A Einstein lo reclutaron en Princeton enviándole un cheque en blanco.
¿Dónde está la falta en que unas personas decidan crear una empresa para vender enseñanza, si hay criaturas dispuestas a pagar el precio fijado por adquirir conocimientos? ¿Por qué es inmoral vender educación y no agua, comida, medicinas o zapatos, bienes, indudablemente, más importantes para sobrevivir que los conocimientos universitarios? Argumentar que las universidades privadas a veces no tienen suficiente calidad y deben clausurarse carece de sentido. Tampoco cerramos los restaurantes privados malos.
En América Latina muchas universidades públicas son pésimas y no por eso pedimos que las cierren. Como reiteradamente denuncia Andrés Oppenheimer, entre las 500 mejores universidades del planeta, apenas comparecen tres o cuatro latinoamericanas.
Hay algo terriblemente autoritario e hipócrita en el comportamiento de esos estudiantes chilenos. Lo terrible es que ellos esperan que otros paguen sus estudios y condenan a quienes están dispuestos a arriesgar su capital y su trabajo para crear instituciones educacionales lucrativas. Cuando se gradúan suelen o intentan convertirse en profesionales económicamente exitosos. Para ellos el lucro sólo es malo cuando lo persigue otro. Eso se llama cinismo.