La realidad se mueve, simultáneamente, en diferentes planos, sentidos, dimensiones y velocidades. Para muestra, un ejemplo. Mientras el concepto del Buen Vivir, en el Ecuador, por obra y gracia del Gobierno, está cada vez más devaluado, en otros lares del planeta, adquiere lustre, prestigio e influencia.
Este concepto del mundo runa, que en kichwa se conoce como Sumak Kawsay, tomado de las entrañas de los pueblos originarios andinos, de su cosmovisión, de su ancestralidad y de su presente; que cuestiona la visión eurocentrista, neocolonialista y antropocentrista; que coloca al ser humano no como un elemento externo de la naturaleza, sino como parte de ella; que entiende la vida a plenitud como armonía en las relaciones entre seres humanos y con la madre Tierra; que recupera la filosofía andina de la reciprocidad, de la complementariedad, de la colaboración, la minga, para favorecer un objetivo común. Este concepto, manoseado por un gobierno que se nutre del marketing y de la propaganda, lo usó bajo el membrete de “Buen Vivir”, para adornar las vallas de cualquier tipo de obra pública: letrinas, colegios o carreteras.
La desvalorización política fue complementada por el capitalismo que todo lo comercializa y fetichiza. El gran concepto, vaciado de su contenido, ha ido quedando como un complemento gracioso o grotesco del nombre de cualquier negocio de barrio: abarrotes “Buen Vivir”; farmacia “Buen Vivir”; peluquería “Buen Vivir”. La Revolución Ciudadana (RC), en su descrédito, arrastra, a todo, a su paso. Un excomunicador, con prestigio en el pasado y hoy con rango de ministro de la RC, soporta la burla popular en las redes, por ser el titular de una instancia, un “ministerio de la felicidad” y del “Buen Vivir”, la gente lo relaciona con la vagancia y el despilfarro, en época de crisis.
Pero este mismo Sumak Kawsay ha empezado al brillar en París (poco antes de los atentados), en la Unesco, a propósito del lanzamiento de las metas educativas hacia el 2030. En este evento, en uno de sus números centrales se lanzó el libro ‘Replantear la educación’, en el que se habla de los nuevos retos y paradigmas de la educación. Aquí es mencionado el Sumak Kawsay como una de las inspiraciones en el complejo mundo de hoy. Este es un reconocimiento mundial a la filosofía de los pueblos ancestrales. El Sumak Kawsay sería una fuente clave para la investigación y el debate sobre calidad educativa y sus indicadores.
Antes que de esta situación quiera sacar partido el Gobierno, la sociedad civil debería reivindicar para sí el Sumak Kawsay, que nació en su seno como una ruptura paradigmática y epistemológica crucial que asigna a la escuela el rol de primera defensora del planeta y reproductora de la paz, en un mundo fanático, que auspicia la tercera guerra mundial.
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