El reto para un alto funcionario que se posesiona es poner o no su impronta en el proceso que le toca dirigir. El personaje por sí y ante sí decide pasar a la historia o realizar una labor intrascendente.
En el caso ecuatoriano, en los actuales momentos, para un Ministro, destacar en su labor es muy complicado, ya que compite con la poderosa figura de un Presidente que opaca cualquier otra gestión en el aparato gubernamental. Sin embargo, esto no es un pretexto. Algunos(as) dignatarios(as) han logrado encender su propia estrella, aunque pequeñita y sin el brillo de la del Primer Mandatario.
Frente al cambio en el Ministerio de Educación, cuya conducción estuvo por muchos años en manos de Raúl Vallejo y de Gloria Vidal, equipo que asumió la Secretaría de Estado en el 2006 impulsando el vigente hasta hoy Plan Decenal de Educación (agenda del presidente Palacio adoptada por A. País), surge la expectativa sobre ¿cuál será el sello del nuevo Ministro? El flamante titular de educación, Augusto Espinosa, viene de ocupar el sillón del Ministerio de Talento y forma parte del equipo de René Ramírez, el gran timonel de la reforma universitaria ideada por la revolución ciudadana. Este antecedente, junto al nombramiento del ex presidente del Consejo de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (Ceaaces) Guillaume Long, como ministro de Talento, también del equipo de Ramírez, hace presumir el fortalecimiento de este grupo que inyectaría la lógica, velocidad y estilo radical de la reforma universitaria en la educación general que sería reajustada a las necesidades del den ominado “cambio de la matriz productiva”.
Es interesante que el mismo equipo que maneja un segmento de la educación se encargue del conjunto, desde la inicial, pasando por la básica, bachillerato hasta la universidad. Se supondría que una intervención sistémica a una educación hasta hoy fracturada y descoordinada le haría mucho bien al cambio. Sin embargo, los reformistas universitarios deberán entender que la lógica de las transformaciones de la educación superior no puede ser aplicada mecánicamente a la educación general. Deberán aprender la complejidad, particularidades y ritmos de la escuela y el colegio.
Pero surge otra pregunta: ¿el sentido de la reforma universitaria se aplicará a la educación general? En estos días se reabrió una discusión sobre la orientación del cambio universitario. Aparecen miradas serias que alertan sobre problemas conceptuales y operativos en el modelo de transformación. Empero son primeros aportes a un debate que todavía está en ciernes.
Más allá de esto, para arrancar bien su mandato, el ministro Espinosa debería evaluar el Plan Decenal y remediar los daños infringidos a los chicos del Central Técnico, caso pésimamente llevado por el MinEduc.