Después de las elecciones presidenciales, el Gobierno anunció como eje de su accionar durante el nuevo período el cambio de la matriz productiva.
La propuesta, vista con cautela antes de su comprensión, llamó la atención de los empresarios.
Una señal inicial fue la apertura a sectores productivos para acompañar al Presidente en sus viajes oficiales como el destino de Alemania, primero, y luego Rusia, Bielorrusia y Francia.
Las muestras de aliento no se dejaron esperar y los avances en negociaciones cruciales como la formulación de acuerdos comerciales con la Unión Europea son vistos con optimismo. Se sabe que un problema a resolver es el de la seguridad jurídica, que ha tenido repercusión en el ínfimo índice de inversión extranjera directa.
Como lo muestra un informe de la revista Líderes de ayer lunes, las alianzas público-privadas se estimulan. Hay pruebas de esta sinergia. Se formaron consorcios de exportación; hay empresas del área agroindustrial, metalmecánica y cosméticos que avanzan hasta sumar 15 consorcios de esta naturaleza.
Si tomamos en cuenta que se trata de un Gobierno que en sus dos primeros períodos (del 2007 al 2013) ha fustigado a la actividad privada y a los sectores empresariales, estas manifestaciones son un cambio de rumbo que puede ser positivo y que vale observar con atención y acompañar, con prudencia pero con expectativa.