Al igual que lo hicieran los electores argentinos el pasado 22 de noviembre, los venezolanos dejaron en claro, el último domingo, que desean un cambio.
Los resultados de los comicios para renovar la Asamblea Nacional de Venezuela son reveladores. La oposición, nucleada en la Mesa de Unidad Democrática, aseguró 99 de los 167 escaños en disputa, mientras el oficialismo consiguió 46. Y la derrota para el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) pudiera ser peor, puesto que aún quedan 22 curules en disputa.
Para el gobierno del presidente Nicolás Maduro, el pronunciamiento en las urnas resulta demoledor. Y debe interpretarse como el masivo voto castigo a un modelo político que ha empobrecido a un Estado rico, que posee las mayores reservas de petróleo del mundo.
El resultado es también el rechazo de una mayoría de la población a un régimen que ha polarizado a su país, que ha vilipendiado, perseguido y encarcelado a políticos por el solo hecho de pensar distinto, como son los casos de Leopoldo López y Antonio Ledezma.
Aunque el heredero político del fallecido presidente Hugo Chávez ha tenido el gesto de aceptar el resultado electoral, no ha dicho cómo piensa actuar en un escenario distinto y adverso al que el chavismo tuvo a lo largo de 16 años y meses.
Lo de Argentina, antes, y lo de Venezuela, el domingo, son un llamado de atención a los políticos que no escuchan a sus ciudadanos y que desean a toda costa perpetuarse en el poder.