Las relaciones entre Colombia y Venezuela, marcadas por los altibajos, en particular en los tres últimos lustros, una vez más se ponen a prueba. Y en esta oportunidad alcanzan una cota alta de crispación.
El nivel de tensión por la nueva crisis entre los dos Estados queda en evidencia con la decisión tomada ayer por los presidentes Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro. Ambos mandatarios, uno tras otro, llamaron a consultas a sus embajadores en Caracas y en Bogotá.
El detonante del actual ‘impasse’ ha sido un cúmulo de resoluciones -ciertamente controversiales- que ha adoptado el Gobierno venezolano.
Entre las medidas, dos en particular han causado malestar e inquietudes en el lado colombiano: el cierre unilateral de la frontera -sin una fecha clara para el cese de este bloqueo- y la deportación de más de un millar de colombianos.
Los dos aspectos han originado una fuerte reacción política en Colombia, que -con certeza- ha desencadenado en la dura respuesta dada ayer por el presidente Santos. Este también había dicho el miércoles último que “los problemas de Venezuela no se originan en Colombia”.
El encontronazo de los dos países vecinos, adicionalmente, pone en tela de duda otros temas cruciales. Uno de ellos: las conversaciones de paz que adelantan en Cuba el Ejecutivo de Santos y la guerrilla de las FARC, que tienen una suerte de garante en el Gobierno de Venezuela.
Es conveniente que los dos Estados dialoguen y reduzcan las tensiones, que perjudican a muchos miles de personas.