Las causas profundas del problema, que hunde al poder político de Brasil en un túnel sin fondo aparente, se encuentran en una corrupción generalizada, sistémica se diría.
La crisis atraviesa al poder del Partido de los Trabajadores, que gobernó con los expresidentes Luis Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff, y ahora afecta severamente al Presidente.
Michel Temer y su pequeño partido, el Movimiento Democrático de Brasil, también son salpicados por la corrupción. La Fiscalía acusa al Presidente de obstrucción a la justicia. La semana termina con las filtraciones de una grabación que podría inculpar al Mandatario.
Además, otro partido grande, el Partido Socialdemócrata del Brasil, del expresidente Fernando Henrique Cardoso y del político Aecio Neves, también están investigados por corrupción.
El caso Odebrecht empezó a destapar una olla podrida. Los sobornos de esta y otras grandes empresas constructoras eran parte de la cual se nutrían los fondos de campañas políticas desde hace muchos años.
Los dineros finalmente provenían del erario nacional. Dinero del pueblo que agudizaba la inequidad y opulencia en los partidos y millones sucios para los dirigentes. Temer apenas cumplió un año en el poder. Dilma se fue y luego la inhabilitaron. Lula afronta centenas de juicios. Brasil se encuentra en un nuevo capítulo de su crisis.