El camino del suicidio es una tragedia sin retorno. La mente humana inexplorada, apenas investigada en pequeñísimas parcelas, parece impenetrable. Los esfuerzos de la ciencia son encomiables pero insuficientes.
Podrían confluir en el brutal desenlace factores diversos como la depresión, las decepciones amorosas, el fracaso profesional o estudiantil, una crisis económica sin salida aparente y, otras veces, factores del entorno social que pueden lastimar la frágil personalidad humana.
Los datos de un reportaje estremecedor que presentó ayer EL COMERCIO reflejan que las cifras de suicidio han subido en el país desde 1971 (año en que se registran estadísticas) en casi tres veces. Pero no son cifras aisladas sino que forman parte de un mal que aqueja al mundo en los últimos años.
En 2011 en Quito la depresión tuvo un registro de 7 179 casos; de ellos 2 334 derivaron en intentos de suicidio. En Quito se reportaron, entre enero y agosto de este año, 123 suicidios.
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo suelen ser etapas críticas del calendario, sin embargo un profesional de la sicología que escribió una carta a los lectores advierte que octubre fue un mes complejo. El suicidio deja devastado el entorno familiar del suicida y a su grupo de amigos. Quedan las preguntas sin respuesta, el sentido de culpa o la interrogante de saber si se pudo evitar. Un complejo tema de salud pública que se debe encarar con seriedad.