Las cárceles del Ecuador son una verdadera verguenza. Hacinamiento, miseria, drogas, mala comida, precaria salud y, para colmo, una justicia que no llega y es para los presos como una doble condena.
Los ojos de nuestros reporteros recorren estos días los centros penitenciarios. En pequeños espacios, húmedos y fétidos, conviven los presos que han recibido su condena con aquellos que aún aguardan que la justicia actúe. La cifra oficial es otro dato atroz: el 54% de los presos no tiene sentencia.
Junto a los presos, como condenados, malviven los guías penitenciarios. Tienen turnos de 24 horas y reciben la misma dieta que los internos. El presupuesto de alimentación es de USD 2 diarios. Y eso que se ha duplicado. Antes era de apenas USD 1. Muchos detenidos piensan que la comida ha mejorado algo, otros, que es pésima.
En salud el Presupuesto que entrega el Estado es de USD 18,9 al año.
La saturación. La infraestructura debería albergar a 8 500 personas y hay más de 13 000. De un extenso plan de nuevas cárceles apenas se han abierto dos en Guayaquil y Santo Domingo. Se planifican dos cárceles en Quito (Calderón y La Mena) con la protesta del vecindario. Además en Poaló (Cotopaxi) se construirá un centro que albergue a buena parte de los presos que hoy están en el ex Penal García Moreno. Hay algunos detenidos drogadictos, operan bandas organizadas y basta ver las requisas, de cuando en cuando encuentran armas blancas y hasta de fuego.
Ahora se debate una pregunta sobre la caducidad de la prisión preventiva. Muchos ciudadanos esperan esa reforma pero el hacinamiento se agravaría. Las cárceles son el peor lugar del mundo, tan lejos del cielo, alguien diría que son una representación del infierno.