El cargo de Fiscal General de la Nación debe ser ocupado por un profesional de vida acrisolada, de absoluta independencia y de aceptación general. Este proceso en marcha deja muchas suspicacias.
Hoy los comisionados encargados de seleccionar a los aspirantes deben calificar las impugnaciones presentadas, que lucen numerosas, por cierto. Dicha comisión se reunió ayer en un lugar indeterminado, distinto al local del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, la sede oficial de la comisión, en una suerte de reunión previa. Tras notificar oficialmente sobre las impugnaciones admitidas se debe proceder a escuchar las argumentaciones y réplicas correspondientes antes de anunciar los resultados del proceso.
El proceso para escoger a tan importante funcionario ha mostrado una serie de impugnaciones de temas delicados y el haber ventilado estos asuntos, como corresponde a un ejercicio de transparencia en los medios, desgastó a los candidatos con más opción.
Sucede que la Fiscalía lleva causas tan importantes cuanto de alta susceptibilidad, y la independencia de quien ostente el cargo debe ser garantía de ejercicio limpio.
No queda bien saber que un candidato, por más méritos que haya exhibido en el concurso, haya ocupado cargos políticos en la misma administración cuyas acciones va a investigar y sobre las que podría iniciar acciones. Tampoco es de recibo que la hoja de vida de otro candidato muestre un grado de dependencia como el que se ha establecido en el actual organismo.
Para garantizar el cumplimiento de los objetivos propuestos con el método de selección y obtener una designación fresca e independiente acaso sea menester reiniciar el proceso de selección desde fojas cero.